Eduardo Parra Istúriz
(RCA / 03/08/2022) La historia de la guitarra en Venezuela está incompleta sin un capítulo para Antonio Lauro. No es el primero, pero sí el más importante: sin él, nuestros guitarristas académicos no contarían con el prestigio bien ganado del que gozan.
Si bien es cierto que Alirio Díaz, Rodrigo y Rubén Riera, o más recientemente Luis Quintero, José Luis Lara y tantos otros han puesto muy en alto el nombre de la nación, todos ellos deben honrar la memoria del gran maestro guayanés.
Sus obras implicaron una innovación tremenda en el quehacer de la música venezolana e incluso en los métodos para la educación de la guitarra clásica. Plantea Rubén Riera: “Cuando el maestro Alirio Díaz comenzó a tocar la música del maestro Lauro, fue una revolución mundial, por lo original de las dos cosas, de la música y de la forma de ejecutarla”.
Su Vals Venezolano N.3, conocido como Natalia, es un referente obligatorio y se considera indispensable para el tercer año de estudios de este instrumento.
Los primeros pasos de Lauro
Antonio Lauro nació en Ciudad Bolívar el 3 de agosto de 1917, hijo de un barbero y músico italiano, quien también se llamaba Antonio Lauro y falleció cuando el niño tenía 5 años. Poco después, en 1926, la familia se mudó a Caracas.
Plantea Alejandro Bruzual, músico e investigador autor de “Antonio Lauro, un músico total”, que nuestro guitarrista asociaba la música con sentimientos encontrados: la infancia feliz y la pérdida paterna.
Estudió teoría y solfeo en la Academia de Música y Declamación (actual Escuela Superior de Música José Ángel Lamas) con maestros como Vicente Emilio Sojo, Juan Bautista Plaza, Salvador Llamosas y Raúl Borges, quien fue su maestro de guitarra entre 1930 y 1940.
Paralelamente era guitarrista acompañante en programas de la Broadcasting Caracas (actual Radio Caracas Radio). Pero en 1935, creó el grupo Los Cantores del Trópico, con el que despegó hacia la fama incluso fuera del país. La agrupación le permitió a Lauro ensayar sus arreglos para guitarra en el campo de la música popular, una antesala a lo que lograría con los años.
Aunque se graduó de maestro guitarrista en 1938, no recibió su título hasta 1942, cuando regresa de una gira. En ese momento, toma una decisión trascendental: en vez de seguir su carrera como concertista, decanta por estudiar composición con el maestro Vicente Emilio Sojo en la otrora Escuela de Música y Declamación.
En 1948 se graduó de Maestro Compositor y se dedicó con gran ahínco a la creación de nuevas obras musicales.
La Escuela Nacionalista
Entre 1930 y 1950 se formó en Venezuela una generación de artistas que se vio influida por maestros como Luis Beltrán Prieto Figueroa o Rómulo Gallegos, y en la que entra el maestro Lauro.
En esta etapa de la historia venezolana había efervescencia en la búsqueda de las raíces nacionales y los estudios del folklore. Juan Liscano, César Rengifo, Francisco Narváez son personajes clave en ese momento. Lauro se inscribe en ese movimiento y convierte el nacionalismo en una bandera para la acción.
Lauro llega a plantear: «Las potencias de dominación económica que desarrollan un nuevo colonialismo no están interesadas en la existencia del nacionalismo artístico, porque éste puede ser, peligrosamente, coyuntura que despierte el nacionalista económico (…) yo me he hecho el propósito de cultivar el Nacionalismo, primero, por verdadero placer y segundo, por el mayor placer de molestar a los enemigos de mi nacionalidad».
Este pensamiento está presente en su obra; compone valses, efectúa arreglos a partir de joropos, pasajes y otros aires criollos; lleva su depurada técnica a las partituras y a las cuerdas de la guitarra para construir un universo sonoro inédito.
Antonio Lauro fue perseguido por sus ideas políticas y estuvo preso entre 1951 y 1952; estuvo involucrado con la política desde niño, en tiempos de Gómez, pero en la medida en que adquirió edad y conciencia, se fue complicando más, hasta que cayó en manos de los militares.
Mientras estaba preso fue trasladado varias veces de una cárcel a otra. Mientras estuvo en prisión, su esposa le envió su guitarra. En la cárcel de San Juan de los Morros compuso el Himno Miliciano, cuya letra aportó Manuel Vicente Magallanes. Este himno se convirtió en el canto de los presos políticos en esa época.
Su participación en la política culminó en 1963 cuando fue candidato a diputado en el Congreso Nacional de la República, ya separado de Acción Democrática. Su candidatura no tuvo éxito.
Antonio Lauro, el pionero
La guitarra tiene una larga trayectoria en Venezuela, incluso desde antes de tomar su forma actual, porque de la antigua guitarrilla renacentista que trajeron los europeos en el Siglo XVI, surgió nuestro cuatro venezolano.
La guitarra clásica era bastante popular en los años 40 del siglo pasado en Venezuela y, por ejemplo, el maestro Juan Vicente Torrealba, antes de grabar con su arpa, intentó triunfar como guitarrista.
Hasta la llegada de Lauro nadie había creado o sistematizado las formas en que la guitarra se adaptaría a la música tradicional venezolana. A esta labor se había acercado con mucho interés justamente Raul Borges, su maestro. Tampoco se habían creado obras de corte académico que cumplieran con el triple requisito de tener base tradicional, estar pensadas para guitarra y ser aptas para el repertorio académico.
Lauro lo logra magistralmente en obras como los famosos valses Natalia, Andreína o Angostura, que forman parte de un enorme legado que apela a lo criollo, sin desmedro de otros trabajos, pensados para formaciones orquestales completas, conjuntos de cámara, y un vasto repertorio coral.
Alejandro Bruzual lo plantea así: “Lauro, obviamente, es el gran compositor venezolano, el más importante si consideramos su difusión y permanencia internacional, así como el contenido venezolanista de su obra”. Y esto no es poco decir, tomando en cuenta que debe medirse con Aldemaro Romero o “Chelique” Sarabia, por ejemplo.
Obra trillada pero desconocida
Una de las paradojas de la obra de Antonio Lauro es que, a excepción de los círculos propiamente relacionados con la guitarra venezolana, es bastante desconocida. Sus maravillosos valses llamaron la atención de Andrés Segovia, quien grabó el Valse criollo y con este gesto puso el foco en el compositor guayanés.
Es Alirio Díaz, otro enorme guitarrista de la enorme cosecha venezolana en este rubro, quien se dedica a grabar el repertorio de Lauro de manera sistemática. Díaz no es cualquier guitarrista; se trata del más importante en el canon internacional de la guitarra, entre los venezolanos. Es su fama la que eleva la obra de Lauro a los escenarios internacionales.
El peso de Alirio Díaz como intérprete de Lauro fue tan grande en su momento que Lauro acabó por dedicarle dos obras, el vals Carora y su Concierto para Guitarra y Orquesta. Sin embargo, en Venezuela muchos otros guitarristas han emulado el trabajo de Alirio Díaz, al elegir temas de Lauro como eje de su desarrollo como concertistas.
El resultado es que sí, mientras los guitarristas clásicos insisten una y otra vez sobre la obra de Lauro, lamentablemente muy escasos temas son conocidos fuera de este pequeño grupo conformado por músicos. El vals Natalia es la gran excepción, con versiones para trompeta (Pacho Flores), bandola llanera (Moisés Torrealba), flauta (Luis Julio Toro) y gran cantidad de adaptaciones al cuatro venezolano.
Los lauros de Antonio
Quien más y con mayor rigor ha escrito en torno a la vida de Antonio Lauro ha sido Alejandro Bruzual, quien devino en su biógrafo, y aportó para la posteridad el libro “Antonio Lauro, un músico total”. Además de la escrito por Bruzual, se publicó una gran cantidad de artículos en revistas especializadas como la Revista Nacional de Cultura (1953) y la Revista Musical de Venezuela (1986).
Lauro fue reconocido en vida por su obra. Recibió en 1948, 1955 y 1957 el Premio Vicente Emilio Sojo, así como el Premio Oficial de Música, en los años 1947, 1948 y 1950. En 1985, le fue otorgado el Premio Nacional de Música, en reconocimiento a su trayectoria y talento musical.
En 1977 le fue conferido el título de Hijo Ilustre de Ciudad Bolívar, localidad en la que nació; y al año siguiente recibió el premio Casa de las Américas, que se entrega en Cuba.
Cada año se realizan en Ciudad Bolívar y Ciudad Guayana, durante la semana natal de Lauro, ciclos de conciertos de guitarra clásica, con músicos locales e invitados. También lleva su nombre la Cátedra de Guitarra del Conservatorio Nacional de Música Juan José Landaeta, en Caracas. Lauro fue profesor en esa escuela.
Coda y finale
Antonio Lauro murió en Caracas, el 18 de Abril de 1986, pero su trascendencia sigue dejando nuevas huellas, como el Concurso Bienal Nacional de Guitarra “Antonio Lauro”.
En 2014, un trabajo conjunto de Telearagua y la Comunidad Guitarrística Venezolana dio como resultado el documental “Antonio Lauro”, que resume varios aspectos de la vida del brillante músico.
José Luis Lara editó en 2018 el CD “Angostura”, dedicado enteramente a la obra de Antonio Lauro, y uno de los pocos trabajos en que se encuentre grabado el Concierto para Guitarra y Orquesta de Lauro.
En 2016 la Orquesta de Guitarras del Conservatorio de Música Simón Bolívar fue rebautizada, obteniendo el epónimo Orquesta de Guitarras Antonio Lauro. Dicha orquesta fue dirigida por Ignacio Ornés, importante guitarrista venezolano.
En aquella ocasión, Ornés dejó una frase perfecta para resumir nuestro sentir en torno al gran músico guayanés: “Antonio Lauro es el más destacado guitarrista venezolano, también fue un gran compositor, su repertorio para guitarra clásica es conocido en el mundo entero. Curiosamente muchas de sus obras se dieron a conocer gracias a las interpretaciones que de ellas hiciera el maestro Alirio Díaz. Debemos sentirnos orgullosos como venezolanos de estos dos insignes guitarristas”.
Compartimos con ustedes un álbum con temas de Lauro:
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