Tal día como hoy se apagaba para siempre, en brazos de su madre, la voz de Ismael Rivera, víctima de un infarto. Si creemos en la doctrina cristiana, ese día Maelo partió al encuentro definitivo con Dios, en el cielo. Pero antes de ese encuentro, ya El Incomprendido se había encontrado con el Nazareno en Portobelo, Panamá.
La historia va así: Ismael Rivera había trabajado en la música desde adolescente junto a su amigo y compadre Rafael Cortijo. Juntos lograron conformar una de las combinaciones más exitosas de la historia de la música bailable latinoamericana, antes de que Fania Records se convirtiese en el imperio que llegó a ser.
En 1962 estos compadres regresaban a Puerto Rico tras un tremendo éxito en los Carnavales de Caracas. Hicieron escala en Panamá y, tal vez en Venezuela, o tal vez en el país centroamericano, adquirieron cierta mercancía que no se podía declarar. Al llegar a San Juan, Ismael Rivera fue apresado por posesión de drogas. Asumió toda la responsabilidad y salvó a Cortijo, pero cumplió una condena de cuatro años.
En 1969 Ismael estaba nuevamente en el ruedo, y en un viaje coincidió con un personaje que le cambió la vida: Pedro Sorolo Rodríguez, un habitante de Chorrillos, el popular barrio que en 1983 fue martirizado durante la invasión estadounidense para deponer a Noriega.
Sorolo buscaba a Ismael Rivera, según relata el escritor Héctor Avilés, desde que escuchó una voz mística que le dijo al oído “busca a Ismael Rivera y háblale de mí”, y que de algún modo, supo que esa voz era la del Nazareno de Portobelo. Apenas tuvo la oportunidad, se coló detrás de una tarima para encontrarse con el boricua.
La nueva vida de Ismael
Cuando Pedro Rodríguez lo tuvo enfrente, se dio cuenta por la delgadez y otros signos físicos, de que Ismael Rivera seguía consumiendo drogas; y entonces entendió cuál era la misión que le había asignado aquella voz misteriosa.
Nuevamente, era carnaval, y como a Sorolo le tocaba acompañar a Rivera en el camino a la ciudad de Colón, e hizo desviar el rumbo del vehículo hacia Portobelo, en donde se encuentra uno de los nazarenos negros que hay en el mundo.
Cuentan los que estaban presentes que, cuando entraron a la iglesia, Ismael cayó de rodillas y estuvo cerca de una hora ausente, en una especie de meditación, en un momento de recogimiento y reflexión profundas.
El propio Maelo le relató la experiencia a César Miguel Rondón: “Mira César, yo debo decirlo, yo soy un malandrito y siempre he sido un malandrito (…) Pero cuando yo vi eso en Panamá, cuando yo vi a ese señor que miraba bien fijo, como si me conociera, yo sentí algo bien raro, como si me estuvieran sacudiendo por adentro, y no sé, yo cambié (a mi manera, tú sabes); pero cambié. Y no me interesa si la gente me cree o no (…) y por eso le canté al Nazareno, que es un Cristo negro como yo”.
Ismael Rivera dejó las drogas ese mismo día.
En Portobelo, Panamá, yo vi la cara más negra y pura
La devoción de Ismael Rivera por el Nazareno de Portobelo es legendaria; su influjo, tras grabar el tema El Nazareno, se extendió a cientos de salseros (incluso a aquellos que profesaron la religión yoruba), y actualmente se le considera el patrono de los salseros.
El tema que inmortalizó esa fe, El Nazareno, era original de Henry D. Williams, otro amigo de Sorolo, quien la compuso especialmente para Maelo. Nadie podía saber que se convertiría en un símbolo de esa estatua en particular.
Actualmente, en Portobelo puede admirarse un busto de Ismael Rivera, junto a la figura del Cristo Negro. Están acompañados por los rostros de una mujer y una niña indígena, y también está el rostro de Pedro Sorolo Rodríguez, el mulato que le cambió la vida a Maelo, y quien lamentablemente falleció en 2020.
En alguna parte se reencontraron, seguramente, y allá los esperó el abrazo con Rafael Cortijo.
[…] clarinadas en clave que salían de la garganta de Ismael Rivera y del sabor de su compadre Rafael Cortijo habían comenzado a ser entendidas por muchos en el […]