Saludos, Ciudadanos del Caribe, un abrazo y mis respetos. Les escribiré un poco sobre lo que representó el Carnaval en Venezuela y me centraré específicamente en Caracas.
Comenzaré con una descripción que nos hace el médico e historiador caraqueño Arístides Rojas (1826-1894), recordando los Carnavales de Caracas en 1700: «la ciudad tenía que cerrar puertas y ventanas, las autoridad, las fuentes públicas y la familia debían esconderse para no ser víctimas de la turba invasora. La noches del Carnaval de entonces eran lúgubres y la ciudad parecía un campo desolado».
Desenfreno con abolengo
Esta descripción que nos hace Don Arístides, nos da una idea de la carga de desenfreno y violencia que se desataba en esas fechas carnestolendas en la época colonial de Venezuela. Ya para la época se usaba la harina y otras sustancias nocivas; aparte de este juego existían los bailes callejeros como el fandango, la zapa y la mochilera, que según Arístides Rojas y otros investigadores, eran bailes que permitían contactos físicos inaceptables para la moral entonces vigente. ¿Qué diría aquella sociedad si vieran el reguetón de hoy día?
Y no solo el reguetón, en una época fue cuestionado el twist por aquellos movimientos de las caderas o aquel famoso baile de los ’70 que llamaban el caderú (confieso que bailé twist y caderú) pero bueno… no se trata esta crónica de dar lecciones de moral.
A este desenfreno de los carnavales le salió al paso el Obispo Diez Madroñero de Caracas, quien trató de erradicar esta costumbre en el siglo XVIII, y es entonces cuando (por poco tiempo) los carnavales se convirtieron en tres días de rezos, rosarios y procesiones, por considerar el obispo que eran fiestas pecaminosas.
En 1771 llega a Caracas José Ábalos, el primer intendente del cual tenemos noticias en nuestra historia, quien trató de controlar los desmanes de La Compañía Guipuzcoana, y con él vuelve el Carnaval a Caracas, aunque con cierto control de las autoridades coloniales, celebrándose con carrozas, desfiles, arroz y confites, dejando a los esclavos y a la plebe el juego con agua y sustancias nocivas.
Gobiernos y carnavales
En nuestro país hubo tres gobernantes que le dieron ese sabor color y empuje a estas fiestas.
Con Antonio Guzmán Blanco, conocido como El Ilustre Americano, el Carnaval en Caracas tuvo de este estadista su apoyo, se organizaron desfiles de disfraces, concursos de carrozas y se pretendió también el control del juego con agua y sustancias nocivas, sustituyendo estos juegos con los confetis, perfume, etc. De allí vino la costumbre de rociar en Carnaval con un perfume de bajo costo llamado pachulí, hasta bien entrados los años ’60.
En tiempos del General Juan Vicente Gómez y tal como lo cuenta el escritor Salvador Garmendia, los carnavales eran un alarde de solemnidad y el pueblo salía a la calle a ver los desfiles, cual si se tratara de una procesión.
El gobierno de Marcos Pérez Jiménez dio paso a un Carnaval fastuoso: se instalaban templetes (tarimas) donde se hacían actos culturales y tocaban orquestas, hubo fiestas en clubes y hoteles y aparecieron los famosos disfraces de negritas. Se trataba de mujeres que con unas mallas que le cubrían todo el cuerpo, rostro incluido, labios rojos y ropa interior por fuera de estas mallas.
Con este disfraz de negrita ocultaban su identidad y de esa manera disfrutaban el Carnaval sin complejos ni ataduras, este disfraz que tuvo su debut en los años ’50 estuvo vigente hasta principios de los ’70; incluso hubo un momento en que la popularidad de este disfraz llego a tal punto que muchos dueños de clubes nocturnos, donde tocaban las orquestas del patio y extranjeras, promocionaban las entradas al club con la frase: «las primeras 20 negritas entran gratis».
Muchos fueron los hombres que se llevaron chascos con las famosas negritas, en muchos casos después de toda una noche de baile con una de ellas, de brindar tragos, sobre todo el martes de Carnaval y ¡Al llegar la hora de quitarse las máscaras venían las sorpresas! jajaja.
En el Ávila es la cosa
En esa época, obedeciendo al mercadeo del Hotel Ávila, que aun funciona en la urbanización San Bernardino, surgió la consigna de: “En el Ávila es la cosa”. El hotel tiene una pista de baile y un escenario en donde tocaron (y tocan) grandes orquestas como la de Aldemaro Romero, Luis Alfonso Larrain o Chucho Sanoja. Es más, la primera vez que vi a Willie Colón en vivo fue en ese hotel a principios de los ’70, cuando alternó con la banda venezolana de Nelson y sus Estrellas.
Me despido “Ciudadanos del Caribe” seguiré escribiendo sobre este tema, falta mucha tela que cortar…
La palabra «carna-val» simboliza bíblicamente «carne a Baal». Cuando profetas de Baal, ofrecieron sacrificio de carne, y saltaban alrededor del altar, gritando y danzando, en espera de que descendiese fuego que consumiera la ofrenda, 1 Reyes 18:26-29.
Por tanto, podemos denotar la semejanza de este pasaje, con lo que hoy se conoce como «fiesta».
Claramente, Satanás ha tratado de disfrazar esta «festividad» como un atractivo para la humanidad. Pero la palabra nos dice que no vivamos de acuerdo a este mundo Romanos 12:2.
No participemos en las obras infructuosas. ¡No al carnaval! 🚫🚫
[…] 1962 estos compadres regresaban a Puerto Rico tras un tremendo éxito en los Carnavales de Caracas. Hicieron escala en Panamá y, tal vez en Venezuela, o tal vez en el país centroamericano, […]