No volveré a ver a Serrat

¡Cuéntale a los demás!

Eduardo Parra Istúriz

(RCA – 26/11/2022) Ya no volveré a ver a Serrat en persona. Ese pensamiento se esbozaba, antes, como una mera probabilidad cada vez que se despedía de nosotros, su público. Y me angustiaba pensar que eso podía ocurrir debido a la peor de las razones.

En Caracas, en 2022.

Esta vez ya es para mí, con certeza y a menos de que pase algo realmente milagroso, el último concierto de Serrat, porque él decidió, como el caballero que es, decirnos adiós cara a cara, antes de partir, en una gira que llamó El vicio de cantar – Serrat 1965 -2022.

La primera vez que vi a Joan Manuel Serrat fue en el Teatro Teresa Carreño, en Caracas, hace 22 años, gracias a una entrada que generosamente me regaló Lil Rodríguez, amiga y colega cuya columna semanal también se publica acá.

De entonces a esta fecha, han variado los escenarios y ciudades para escucharlo en vivo, hasta que ayer, en Buenos Aires, se acabaron las promesas por cumplir y las excusas para pedirle más canciones, así que, por decisión suya, quiero dejar constancia, dijimos adeu; así, en catalán.

Y es que un concierto de un artista consagrado, al filo de los 80 años, es muy distinto, cuando sabes que no habrá otro.


75 mil adioses para Serrat

El concierto que voy a describir es el tercero de una serie de cinco (sólo en Buenos Aires), porque el aforo del “Villa Crespo Center”, aunque alcanza para 15 mil almas por presentación, no es capaz de cubrir las expectativas del público porteño. Mientras se escribe esta nota, el público del sábado vive la experiencia que a mí me tocó el viernes, y aún queda una función el 29 de noviembre.

Miguel Hernández

Así que el Nano debe haberse despedido ya de unas 60 mil personas, y aún falta una presentación. Una pantalla al fondo del escenario acompañó en todo momento, con imágenes alegóricas, a las canciones, ofreciendo el clima necesario para entrar en la vibración de cada tema.

Dale que dale, poema de Miguel Hernández, fue el tema escogido por el maestro para iniciar el concierto, que manejó un discurso finamente hilado para hacernos subir y bajar la cuesta, que arriba en su pueblo hay una Fiesta y nosotros somos los invitados.

Tras el tema inicial, una oda a la eternidad de la labor creadora, Joan Manuel jugó muy fuerte con el humor negro, llegando a riesgosas y afiladas bromas acerca de la muerte, que manejó con estudiada elegancia.

Un inicio emotivo

Mi niñez abrió espacio a la melancolía y El carrusel del Furo sirvió de excusa para presentarnos a su abuelo, asesinado por los franquistas y cuyo cadáver aún no aparece “pero seguimos buscando”, igual que hay búsquedas en Argentina.

Serrat junto a su madre

Conversación y canto mediante, Esos locos bajitos dieron paso a momentos muy emotivos, cuando Serrat explicó su historia, la pobreza de sus padres, y enlazó con la historia del poeta Miguel Hernández, a quien le ha dedicado dos álbumes. Al martirizado poeta pertenece la letra de Nanas de la cebolla, que abrumó al público de solemnidad, mientras la pantalla proyectaba una ventana con barrotes.

Con valentía, el Nano abordó Canço de bressol (Canción de cuna), dedicada a su madre, que lo conmovió a él y obligó a enjugarse una lágrima. Como un zorro atrapado, sacudió el rostro y apuró a la banda para que comenzara No hago otra cosa que pensar en ti, tema que lo alegró y sirvió de espacio neutro para presentar a su tropa.

El Serrat de la euforia

La presentación de los músicos fue excelente, como los talentos presentes. Serrat habló de algunos de los arreglistas y cómplices que ya no están, como Juan Carlos Calderón, cuya ausencia cumplió una década el día del concierto.

Con Meirelles y Mas Portet

De los presentes, arrancó una ovación el director y maestro del piano Ricard Miralles, llave de Joan Manuel desde hace décadas. No menor es el mérito de José Mas «Kiftlus» Portet, otro de sus incondicionales, así como los del consagrado guitarrista David Palau y el sabinero José Miguel Pérez, encargado del saxo. Vicente Clement en la batería, Raimon Ferrer en el bajo y Úrsula Amargos en la viola completan la banda.

La denuncia ecológica y social abrió fuego con Pare (Padre) y Algo Personal, que remató con una referencia directa al FMI. Con sabia planificación, en esta etapa aparecieron canciones emblemáticas del disco Mediterráneo y nuevamente, las imágenes daban en el clavo: Cerdeña, Creta, Málaga y tanto sol… pero también el cercado de Melilla y las pateras llenas de africanos que intentan tomar la costa europea.

Consciente de contar con un público cada vez más cómplice, más protagonista; allí, sin ofrecernos un centavo, el genio nos obligó a cantar Aquellas Pequeñas Cosas. ¡Un abuso!

De ahí en adelante cada canción parecía ameritar un largo aplauso. El público entró en una energía colectiva que superó cualquier lógica. Serrat interpretó a Atahualpa Yupanqui, lo mismo que a Facundo Cabral… no podía faltar Cantares, de aquel mítico álbum dedicado a Antonio Machado, ni Pueblo Blanco, también de Mediterráneo.

Como en la ópera, la ovación habría de medirse en minutos. No sé cuánto tiempo aplaudimos al Nano, pero fue una sensación arrobadora. Finalmente, aparecieron las banderas lilas rojas y amarillas y fue así que acabó la Fiesta.

No hubo “otra, otra”…
No hubo “una más y no jodemos más”…

Serrat se ha ido. Y no se repetirá.

4 Comments

  1. Shayra+Ramírez

    Gracias por llevarme al concierto.
    Linda reseña.

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