Por muy joven que se sea, en el Caribe es fácil encontrar en esa juventud a muchos que se saben las letras de temas como Vengo a decirle adiós a los muchachos / porque pronto me voy para la guerra o Yo no he visto a Linda / parece mentira, e incluso Qué te pasa / que no se te ve / estás enferma?
Es apenas la punta del iceberg de la genial vena autoral de uno de los más grandes de Puerto Rico y del Caribe. Pedro Flores, al que en Venezuela llamamos “Don Pedro, el de las flores”, por una feliz sugerencia del periodista y poeta Jesús Rosas Marcano.
Algunos datos
Nacer en Naguabo no es cualquier cosa en Puerto Rico. Zona ubicada al extremo oriental de Borinquen se distinguió por la resistencia de los Taíno y luego de los Caribe ante el invasor español al que le costó mucho asentarse ahí, mirando al Atlántico y hacia la también combativa isla de Vieques.
Naguabo además hace parte del Bosque Nacional del Caribe, con la sierra de Luquillo y la majestuosa formación montañosa llamada El Yunque, similar a otro Yunque que está en Baracoa, también en el oriente, pero de Cuba. De un pájaro las dos alas…
Naguabo, en una de sus pobres villas pesqueras, vio nacer el 9 de marzo de 1894 a quien sería y es uno de los compositores más grandes de la nación puertorriqueña: Pedro Flores. Sus padres, Julian Flores y Eulalia Córdova tenían inclinaciones musicales y aún en medio de una precaria situación económica las inculcaron en su hijo.
Trabajó desde muy pequeño en las más diversas tareas para ayudar al sustento de la familia, pues su padre murió cuando él contaba apenas con 9 años de edad, y eran 12 hermanos.
Sin embargo, a Pedro se le notaban los anhelos de superación. A la edad de 16 años obtuvo su licencia de maestro rural en la Escuela Superior de la población de Fajardo. Lo logró gracias a su talento deportivo pues representó a la escuela a cambio de la beca para estudiar.
Posteriormente, Pedro se graduó de maestro especial de inglés en la Universidad de Puerto Rico y ejerció en los pueblos de Yabucoa y Humacao, cercanos a Naguabo, durante unos cinco años.
Viaje a Nueva York
Todo iba bien hasta que fue llamado a servir, reclutado, en el ejército de EE.UU. Esa pasantía lo marcó. Estuvo en un regimiento, el 375, en el que servían solo negros. Cuando completó el servicio militar se desempeñó en diversos oficios, pero no estaba conforme, así que decidió viajar a Nueva York a probar fortuna. También le tocó duro y se ganó la vida como pintor de brocha gorda, obrero de la construcción y trabajador en una oficina de correos.
Era 1926, (otros investigadores afirman que fue en 1928) el año en que descubriría, o rescataría su condición de músico y compositor, inculcada por sus padres. El detonante se dio el día en que conoció a Rafael Hernández, quien ya había conformado el Trío Borinquen. Son muchas las anécdotas y especulaciones que han surgido en torno a la relación entre Rafael Hernández y Pedro Flores, incluyendo las de envidia y competencia.
Lo cierto es que Pedro se acercó a Rafael para colaborar con él y así aprender también los detalles y secretos de un grupo musical. Cuatro años más tarde Pedro Flores conformó el legendario Cuarteto Flores al que imprimió mucho dinamismo trabajando con un formato rítmico más movido que el que presentaba Rafael Hernández; también hay que decir que desarrolló un ojo clínico para encontrar a excelentes músicos como Pedro Ortíz Dávila ‘Davilita’, Pedro Marcano, Plácido Acevedo, Panchito Riset, Antonio Machín y Johnny Rodríguez (hermano de Tito Rodríguez).
Blancas Azucenas
Ya contaba con su cuarteto, al que incluso ampliaría a sexteto y a orquesta, pero conservando el nombre original, más lo que catapultaría al grupo y al nativo de Naguabo fueron sus composiciones. Las primeras fueron Celos, Qué te pasa y Blancas azucenas.
Esos temas en las voces de Daniel Santos y Chencho Moraza se convirtieron en rotundos éxitos dentro y fuera de Nueva York. Otros temas que apuntalaron el prestigio de Pedro Flores fueron Perdón, Esperanza inútil, Bajo un palmar, Despedida y Ciego de Amor entre otros.
Llegaron los problemas con su casa editora y entonces Pedro dejó la actividad musical, dejó Nueva York y se fue a México, donde triunfaba Rafael Hernández.
También estuvo en Cuba, pero decidió volver a Nueva York para reorganizar el Cuarteto Flores. Y es ahí, cuando buscando sustituto para Panchito Riset tropezó nada menos que con Daniel Santos.
Despedida
Josean Ramos, de la Fundación para la Cultura Popular de Puerto Rico, lo cuenta así:
“Para entonces Daniel Santos cantaba en el cabaret Los Chilenos a cambio de diez dólares y todo el vino que pudiera beberse. Rafael Hernández le dijo que allí había un muchacho que gritaba muchísimo y Don Pedro quiso conocer al gritón. Una noche llegó al lugar y lo escuchó cantar varias melodías, entre ellas el bolero de él que le había popularizado María Luisa Landín, Amor perdido. Al terminar, Don Pedro lo invitó a la mesa y le indicó que le había gustado la forma de interpretar el bolero.
Entonces le pidió que fuera a Manhattan y ensayara con su cuarteto. Poco a poco le fue creando su propio estilo en forma de picada, y aunque no era el mejor guitarrista, tenía un oído privilegiado y gran intuición musical. Entre sus grandes éxitos musicales figuran Perdón, Esperanza inútil, Bajo un palmar, Obsesión, ¿Qué te pasa?, ¡Ay, qué bueno!, Borracho no vale, Sin bandera, Se vende una casita, Venganza, Amor perdido, Despedida, Celos, Linda, Si no eres tú, Qué extraña es la vida, Margie y otros números popularizados por Daniel Santos, Don Pedro Vargas y Benny Moré, Virginia López, Marco Antonio Muñiz y la Rondalla Tapatía, Bobby Capó y la Orquesta Zarzosa, entre otros”.
Obsesión
Don Pedro Flores, con todo el reconocimiento de músicos y público se retiró a Puerto Rico para residenciarse en su tierra natal definitivamente. Siguió componiendo, claro, pero sobre todo trataba de recuperar su salud bastante achacosa debido a las consecuencias de varias caídas.
Solía decir que su vida fue siempre una lucha campal junto al dolor, «único amigo y compañero inseparable en la trayectoria increíble de mi existencia». También dijo en su lecho de enfermo: «Yo no he sido músico nunca, no toco ningún instrumento, no conozco una nota musical. Yo no soy poeta, lo que tengo es obra de Dios”.
Don Pedro Flores partió a otros paisajes el 13 de julio de 1979. Descansan sus restos en un antiguo cementerio ubicado en el viejo San Juan.
Regalías para estudiantes
La obra musical de Don Pedro Flores se pierde de vista. Compuso muchos Boleros y Guarachas. Gustaba de hacer música para que el público bailara. De hecho esa es una de las causas por las que decidió organizar su grupo, más rítmico y movido que el de Rafael Hernández, su gran amigo.
Puerto Rico mantiene vigente su legado y más allá de eso el propio Don Pedro Flores instruyó a su familia para que las regalías internacionales que su obra produjera se destinará a otorgar becas a estudiantes de música talentosos y con pocos recursos económicos.
Irresistible
Para cumplir con la palabra de Flores, su hija María Eulalia Flores fundó el fideicomiso que permite las becas y busca más fondos para cumplir más y mejor con el deseo del gran compositor. La hija de Flores ya falleció pero el programa se mantiene estrictamente.
Heriberto Muñóz Padín, gran amigo del compositor lo cuenta así: “En su estadía en Nueva York hacia los años 30 del siglo pasado, don Pedro escribía canciones que eran vendidas por diez dólares. Debía componer cinco semanalmente, pero exigió a cambio que le pagaran sus regalías pues si no, no las entregaba.
Acumuló en un principio más de 424 de ellas, incluyendo éxitos como Sueño de amor, Quejas del alma, Abandono, Adelita, Nieves, Contigo, Palomita, Azucena, En secreto y El retrato, por mencionar algunos.
Fue su representante y consejero con las disqueras Ascap y Peer International. Siempre pidió que el por ciento que le tocaba de ventas disqueras alrededor del mundo, fueran para muchachitos pobres con talento musical que económicamente no pudieran educarse en el Conservatorio de Música de Puerto Rico. Él decía que el Conservatorio de la isla era el mejor de América”.
Desde el año 2010 anualmente esos jóvenes estudiantes becados ofrecen un concierto gratuito en honor a Don Pedro Flores.
De la misma manera, el Banco Popular de Puerto Rico dedicó al insigne compositor su producción musical de 1996 titulada Al compás de un sentimiento y en las emisoras, como en presentaciones de orquestas siempre se escucha uno de los múltiples e inolvidables temas del legendario compositor.
Amor perdido
A 42 años de su partida sus canciones permanecen en la memoria y gusto de los latinoamericanos. Desde Linda y Despedida hasta Perdón la obra de Don Pedro, el de las Flores desafía al tiempo. Y gana.