Eduardo Parra Istúriz
(RCA- 24/02/2022) Hace 10 años falleció, víctima de un ACV, el guitarrista Raúl Abzueta, quien formó parte de la agrupación Caracas Sincrónica y Pomarrosa, entre muchos otros proyectos.
Es difícil abordar el teclado cuando vamos a hablar de un amigo que ya no está. Por trillado y sentimental que parezca, decir que Raul murió es un despropósito, porque el flaco encontró mil maneras de quedarse por acá, revoloteando, y es por eso que me declaro incapaz de acudir al oficio, sentarme a escribir una biografía y “matar el tigre”.
La bondad de Raúl Abzueta fue una de las primeras cosas que conocí de él. Nos presentó un viernes el colega y amigo Gustavo Urbina, varios años antes de que Café Atlántico debutase en la radio, y parece que alguna cosa pasaba con el mar porque nos conocimos en un local llamado Mediterráneo, en aquella Caracas mutante de 2005.
Cervezas y tertulia a placer. Abzueta además de guitarrista era un enamorado de la tradición, conocedor de temas apasionantes de esta materia cultural que sigo cultivando. Cuando quise pagar la cuenta mi tarjeta no funcionó y, para hacerla corta, Raul, que me había conocido dos o tres horas antes, me salvó de fregar los platos.
Por supuesto, llevé la plata el lunes a su oficina y… ¿dónde trabajaba? En la Fundación de Etnomusicología y Folclore, hoy Centro de la Diversidad Cultural, lugar que me impresionó. No podía yo imaginar que un año después, estaría yo en esa oficina, gracias a la generosa oferta de Lil Rodríguez, cuya columna, La Cota Lil, también se publica en este medio.
Raul Abzueta: músico y difusor
En el encabezado del twitter de Raul Abzueta dice: “Músico, productor, triatleta, psicologo UCV”.
Efectivamente, su perfil en esa red sigue ahí, mostrando su última publicación, del 19 de febrero de 2012. Si retrocedemos entrada tras entrada, vemos que difundía asuntos musicales, tanto referidas a la agenda de Caracas Sincrónica como enlaces a textos de interés.
No dice que había nacido en Barcelona, al oriente de Venezuela, el 30 de septiembre de 1962. Había estudiado música, y particularmente guitarra, con maestros de la talla de Roberto Jirón o Rubén Riera.
En el año ‘96 comienzan sus proyectos más importantes en materia musical: graba Arisca junto a Cristóbal Soto y funda, junto a Alessandro García y Pedro Marín, la agrupación Caracas Sincrónica, una estupenda propuesta de música tradicional venezolana.
En esa fase, produce dos discos: “El Agridulce” (1998) y “Zafarafa” (2002); pero luego, Caracas Sincrónica se reorganiza, incorporando a tres músicos más, entre ellos Javier Marín y Rolando Canónico, y sale en 2011 el disco “Tábara”.
Por otra parte, junto a Víctor Morles plantea Mixtura, una dupla dedicada a explorar el jazz con la que graba dos discos: Naniobo y Animal de Viento. Luego, también con los hermanos Marín, funda el proyecto Pomarrosa, que se centra en las voces de Zeneida Rodríguez y Marina Bravo.
Pero la cosa no terminaba ahí: aparte de hacer y difundir su música, la estudiaba y defendía en medios de comunicación; por eso escribía en el vespertino El Mundo y hacía, también junto a Pedro Marín, un programa llamado “Caracas Sincrónica en la radio”.
El Raul Abzueta cotidiano
Los hermanos Morles son tres. David, Nayví y Víctor. Por curiosas circunstancias conocí a cada uno de manera independiente. Víctor Morles, ya lo mencionamos, tenía el dúo Mixtura junto a Raúl, pero además era su cuñado.
Conocí a Nayví Morles el mismo día que a Raul, pero luego no la vi de nuevo hasta que coincidimos en una oficina donde trabajábamos. Aparte de periodista, era la musa del guitarrista. Con ella conversábamos muy seguido acerca de sus hábitos de alimentación y ejercicios, porque Nayví corría, para esa época, 12 kilómetros cada mañana.
Abzueta también era un impresionante deportista: hay que pensar en lo que significa un triatlón, cuánto entrenamiento y disciplina se requiere para enfrentar semejante prueba. Así que el músico, el investigador y psicólogo se divertía los fines de semana juntándose con un grupo de atletas similares a él mismo.
Contaba Nayví que ella podía saber cómo andaba Raúl de energía con un simple detalle: si había una lata de refresco en la compra del mercado, algo andaba mal, porque necesitaba azúcar extra.
Coda y final
El 25 de febrero de 2012 fue sábado. Habíamos comenzado la emisión de Café Atlántico solicitándole a los radioescuchas que enviasen energías en favor de la recuperación del músico Raúl Abzueta, quien había sufrido un ACV una semana antes.
Yo sabía, sin embargo, que sólo un milagro podía salvarlo; había conversado con Nayví acerca de su condición y sabía que el daño había sido enorme. También me decía que a pesar de no entrenar, su musculatura seguía firme.
Poco después de enviar mi mensaje de esperanza en las ondas radiofónicas, llegó el aviso de que Raul había dejado de respirar. Pero aquí sigue, gracias a su hija María Fernanda, gracias a Pedro y Javier Marín; gracias a Víctor y Nayví, diez años más tarde.
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