La agrupación de pop-rock Rawayana ha resultado ganadora del Grammy, y no del Grammy Latino, sino del que llaman americano, convirtiéndose en uno de los poquísimos ganadores venezolanos de este galardón en el ámbito popular. ¿Qué hay detrás de todo esto?
Eduardo Parra Istúriz
Foto: Caroline Brehman / EFE
(RCA – 03/02/2025) Aclaro: No me gusta Rawayana. No me gusta el pop que hacen y mucho menos me agrada Veneka, que es una especie de «changa», una música de ritmo machacón que se puso de moda en los ‘90 y que era el delirio de los «woperó». Con mis escasos 15 años, no me movía ni la pepa de los ojos. Tampoco me gustan las formas líricas de Veneka… Pero este texto no va acerca de mis gustos.
El hecho concreto es que Rawayana se alza con el Grammy “americano” al Mejor Álbum Latino de Rock o Alternativo por su disco ¿Quién trae las cornetas?, uniéndose a un minúsculo grupo de venezolanos que han obtenido este galardón. Los ganaron en sociedad con otros artistas Baden Goyo, quien entró como compositor en un álbum de Rubén Blades; Alfredo Matheus como productor de Marc Anthony o Rainero Palm como productor de un álbum infantil para el dúo colombiano 1,2,3, Andrés.
Usando las palabras de un colega, Venezuela rompió el celofán de los Grammy en 1981, cuando Oscar D’León lo obtuvo con Cielito Lindo, premio compartido con Eddie Palmieri y Tito Puente. Han sido nominados, además, C4Trío, Ricardo Montaner y Arca.
Venezuela destaca en el mundo de la música académica, con los 7 premios obtenidos por Dudamel como director de orquesta, especialmente con la Filarmónica de Los Ángeles.
Rawayana como símbolo
Rawayana, banda conformada por Alberto Beto Montenegro, Antonio Tony Casas, Andrés Fofo Estory y Alejandro Abeja Abeijón, suma este premio a los tres Grammys latinos que había obtenido: uno en 2017 como Mejor Nuevo Artista y dos más en 2023 y 2024 por Mejor Canción Pop; y claro que hay simbología e historia detrás de este nuevo premio.
Cualquier premio representa un reconocimiento al talento en un área específica y Rawayana, ya lo sabemos, es una tremenda banda, muy exitosa en su género y a la que -gustos aparte- hemos visto crecer con mucho esfuerzo y talento. Es importante destacar que competían en su renglón con Mon Laferte, quien se acaba de llevar dos Grammy Latinos.

Hace rato que el cuarteto emigró hacia Estados Unidos, en donde se sienten más a gusto y están más cerca de la industria musical que los sostiene, lo cual suena conocido, porque es la misma historia de millones de emigrantes, y he ahí la clave de la simbología detrás del premio.
Este Grammy es un premio que hace un guiño a los venezolanos emigrados; es en muchos aspectos una forma de decirle a quienes vivimos afuera de Venezuela, que otras culturas pueden y están dispuestas a reconocer positivamente nuestra presencia: pero, y en este caso esto tiene mucha fuerza, siempre y cuando entremos por el aro; nos integremos a su sistema de valores, a su estética, su ángulo, su estilo y su saber.
La entrega de este premio en este momento pone en máximo relieve al grupo que Nicolás Maduro criticó duramente por el tema Veneka y al que posteriormente Diosdado Cabello señaló como parte de una conspiración contra Venezuela, motivando que los hoy ganadores optasen por suspender un ciclo de conciertos que harían en su país de origen tras una larga ausencia.
Los dichos de Beto
Dentro de toda esta situación lamentable (lo mismo que me parece lamentable el término “veneco (a)”) hay que rescatar algunas cosas que están sucediendo de forma paralela al bullicio político y del Grammy, porque al parecer Beto Montenegro ha dado con una forma inteligente de reivindicar valores positivos de lo latinoamericano.
Lo primero es la colaboración entre Beto, Neutro Shorty y Orestes Gómez para recrear con muy buen criterio el tema El Incomprendido, grandiosa composición de Bobby Capó y éxito de Ismael Rivera en 1972, con el que hicieron un sencillo pero importante tributo a Maelo, pero sobre todo a la salsa, que no pasa por su mejor momento. Tal vez este trabajo haya sido una chispa para el fuego que encendió el conejito malo hace poco.
Otro punto es que la letra de Veneka destaca varios valores positivos de la mujer venezolana y, al margen de que no nos agrade la forma, el mensaje llega, y cómo. En países como Perú o Chile, en donde se ha tildado de las peores maneras a la mujer venezolana, un tema como Veneka puede ser una respuesta efectiva, reivindicativa y dirigida a un público específico.
Lo tercero es el discurso de Beto al recibir el premio, una muy bien pensada retahila de referencias a artistas, canciones, poemas y símbolos de Venezuela que incluyó a gente de los géneros musicales más representativos y populares del país; artistas muy conocidos internacionalmente y también -y esto es muy importante, a pesar de que lo menciona con timidez- a uno que suele ser despreciado por los emigrantes debido a su visión política: Alí Primera.
Este discurso también está dirigido a los venezolanos “de afuera”, pero no excluye a los de adentro. Las menciones a Simón Díaz, Guaco, al Sentimiento Nacional, a los hermanos Primera o a los raperos como Canserbero conectan armónicamente con casi toda la nación y la mención a Alí procura abrazarse con quienes piensan distinto a ellos.
Este mensaje constituye uno de los más inteligentes que hemos escuchado últimamente para referirse a nuestro país, a nuestra emigración, que es vilipendiada casi en todas partes.
Por todo esto y con toda la nación, les digo ¡Felicidades, Rawayana!.