En su libro El entierro de Cortijo, Edgardo Rodríguez Juliá describe cómo el pueblo rendía tributo y homenaje a uno de sus hijos del barrio Luis Llorens Torres de Santurce en la Funeraria de la Loíza. En aquel lugar se dieron cita todos los grandes de la música tropical y la salsa, entre quienes se pueden nombrar al vuelo, Cheo Feliciano, Tite Curet Alonso, Roberto Roena, Sammy Ayala y un inconsolable Ismael Rivera, montando guardia de honor a los restos del último de los grandes pleneros de Puerto Rico.
Allí estaba conversando con él, en silencio, secando sus lágrimas y con el dolor de su alma, seguramente lamentando no haberle dicho en vida más palabras de afecto y querencia. Sammy Ayala estaba también a su lado, tratando de calmar a Ismael; pero al final los dos se abrazaban llorando y lamentando lo sucedido.
Cortijo y su Combo
Apenas dos meses atrás lo habían operado del cáncer de páncreas y se fue, precisamente, el día del cumpleaños de Maelo, el 5 de octubre de 1982; aunque los registros oficiales dicen que murió el 3 de octubre. Maelo en esa oportunidad fue el responsable de montar la tarima y sonido para los combos y pleneros improvisados, para armar el ventetú de la sentida despedida de Rafael Cortijo, su más entrañable amigo, compadre y hermano.
En ese momento vinieron todos los recuerdos de ese tránsito común en la música y lo personal. Aquellos días en los que siendo adolescentes con 14 y 15 años solían irse a la playa a tocar tambor y cantar. Aquellas escapadas del trabajo de albañilería y la constante amenaza del abuelo de Ismael en “molerlos a palos a los dos por irse a cantar”. Eso y muchas cosas que contar, marcaría definitivamente una hermandad, que parafraseando a Alí Primera, “no viene por el cordón umbilical”.
Juntos formaron el Combo de Cortijo, fusionando la tradición de la bomba y la plena con un nuevo estilo que reflejaba la fuerza y la pasión del barrio. El grupo se convirtió en un fenómeno musical, con éxitos como El Bombón de Elena y Saoco, y se presentó en lugares icónicos como el Palladium de Nueva York.
Con Cortijo en «Las Tumbas»
La vida siempre es un sube y baja, es ese libro en el que no puedes regresar la página para reescribirla porque la tinta es indeleble y el tiempo un instante que pasa sin retorno para aceptar los errores y seguir construyendo la historia corrigiendo el pasado.
Cuando ambos cayeron presos en el aeropuerto de San Juan después de una corta gira por Venezuela y Panamá, en 1962, fueron recluidos en distintos centros carcelarios y de rehabilitación. Uno de ellos fue en Lexington, Kentucky, que Ismael bautizó como Las Tumbas, en razón de que su estructura tenía varios niveles bajo tierra. Eso inspiró a Bobby Capó para escribir la página musical Las Tumbas. Y a propósito de ello, Capó escribiría muchas canciones para ellos que se convirtieron en éxitos cuando estaban con el combo y posteriormente a Maelo con la etapa de Los Cachimbos.
A pesar del éxito, los problemas personales y la detención de ambos por posesión de marihuana marcaron el declive del grupo. Después de su liberación, Ismael continuó su carrera en solitario con éxitos como ¿Qué te pasa a ti?, Traigo de todo, Las Caras Lindas y El Nazareno, manteniendo su devoción por la música y por el Cristo Negro de Portobelo, Panamá. La espontaneidad de Ismael en el escenario y su capacidad para mezclar el contenido social y el amor a su raza en sus letras lo consolidaban cada día como el ícono de la música puertorriqueña.
El reencuentro… y el final
Pero fue en 1974 durante un concierto histórico en el Coliseo Roberto Clemente, donde Maelo y Cortijo estarían juntos después de tanto tiempo en un escenario y con los integrantes originales. En ese momento fue tanta la algarabía de quienes asistieron que Tite Curet Alonso lo escribiría una crónica en el periódico local exclamando su emoción: “hubo quienes lloraron. Hubo quienes no creían lo que estaban viendo y escuchando al aplaudir el espectáculo que presentaba el combo original de Rafael Cortijo cantando Ismael Rivera”.
Fue público y notorio cómo la muerte de Cortijo afectó a Maelo. Después de 1982 fue desmejorando físicamente; cuentan amigos cercanos que no pudo superar la tristeza y no solo por la desaparición de su carnal, sino porque estaba consciente que ya su voz no era igual, que ya no podía pararse en un escenario como antes.
En una tarde de mayo, con el sol inclinándose suavemente hacia el horizonte, Maelo, el Sonero Mayor con el corazón más grande, se encontraba en su casa viendo un programa de televisión junto a su madre, Margarita Rivera. Eran las 5:15 de la tarde del 13 de mayo de 1987, y en ese momento, un infarto sorprendió al sonero. Su corazón dejó de latir. Su madre amada lo sostuvo con amor y ternura en esos últimos momentos. En aquel rincón modesto, con la mirada fija en la pantalla que mostraba las imágenes de la vida, Maelo partió hacia la eternidad.
No pudo ver lo que con gran expectativa y entusiasmo le preparaban sus amigos. Quedaba un mes para el merecido homenaje que las grandes luminarias del canto popular y la salsa de Puerto Rico le rendirían.
En esa tarde tranquila y apacible, Maelo se despidió de este mundo a los 56 años. Decretaron 3 días de duelo nacional; pero todos los días después de su vuelo, han sido para el mundo de rumba, plena, y alegría, junto al llamado de ¡Ecuajey! y al grito inconfundible de Sammy Ayala en el coro, quien también se unió al combo el 21 de noviembre de 2012.
[…] les confieso que ese término lo desconocía, hasta que cayó en mis manos el libro El entierro de Cortijo de Edgardo Rodríguez Juliá (Editorial el Perro y la Rana-2015), se los […]