La mugre del tango

¡Cuéntale a los demás!

Dice Vinicius de Moraes, en su poema Receta de Mujer: “Y en su incalculable imperfección constituya la cosa más bella y perfecta de toda la Creación innumerable”. Eso mismo pienso del Tango.

Paradójicamente, la pureza del género tiene como contrapartida la “impureza” de orden académico. Fruto del hibridaje, en su naturaleza, en su ecuación, mucho tienen que ver la improvisación, la repentinización, la espontaneidad, la esencia arrabalera. La “mugre” del Tango tiene más que ver con estas cuestiones que con el barro de las calles periféricas en que nació.

Dicen que la “mugre” tiene que ver con la forma de ejecutar instrumentos o el modo de cantar. Yo creo que estos son los “tangibles” de algo mucho más profundo y hasta diría “espiritual”.

El Tango no es sólo bailar… cantar… tocar un instrumento… componer… escribir. El tango es el más importante vector cultural argentino, por lejos. El Tango es una forma, una filosofía de vida. El Tango es, por sobre todas las cosas, sentimiento.

No deberíamos reducirlo a un objeto de estudio en la platina de un microscopio, a una expresión académica. Bienvenidos los estudiosos, los investigadores, su trabajo resulta imprescindible para echar luz sobre tanto y tanto mito, tanta y tanta mentira que refieren los eternos repetidores de refritos.

Pero la parte más rica, vital, del Tango, está en el día a día de los bailarines sociales; de los músicos y escritores (profesionales o no) que cultivan el género con amor, cerca de la gente. La pasión antes que la frialdad del erudito. La emoción antes que la afectación.

Cierta vez, tomando un café en su despacho de la Academia Porteña del Lunfardo, José Gobello, por entonces presidente de esa entidad, me dijo: “Mario, el Tango está hecho de a cachitos”. Me costó asimilar el concepto. El Tango es de todos los que lo aman, vengan del palo que vengan. Todos nos necesitamos. Bienvenidos el Conocimiento y la Pasión, genuinos motores del crecimiento del Tango.

Lo mismo sucede con otros géneros populares. Tango, blues y flamenco no son formas musicales genéticamente relacionadas. Su historia y evolución es diversa. Pero hay entre ellas cierta conexión espiritual, cierta compatibilidad en el plano humano, digamos… ¿antropológico? y, por qué no, a nivel musical.

Los tres géneros musicales son híbridos y adquirieron sus características definitivas casi al mismo tiempo, digamos en un lapso de dos o tres décadas, lo que en términos del devenir histórico los convierte casi en contemporáneos. Conjugando música, canto, y baile, tuvieron, como instrumento, fundacional, a la guitarra, y se estructuraron, en principio, a partir de compases binarios.

Tanto en la letra como en la música de los tres, predomina cierta tendencia a la melancolía.

Los tres géneros nacieron en el seno de las clases humildes, en la periferia, en el arrabal, de ahí esta suerte de “desprolijidad”; ese tratarse de “tú a tú”. De esto se trata cuando hablamos de “mugre”.

Vaya este ejemplo a manera de conclusión: En los Estados Unidos de América hay una tribu que teje mantas y alfombras que reproducen paisajes o escenas de la vida cotidiana para su venta a los turistas. En estos tejidos se notan errores hechos adrede, pues estos artistas consideran que la naturaleza no es perfecta, y si ellos la reflejaran perfecta en sus trabajos, ya no sería la Naturaleza, sino otra cosa…

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