El agridulce venezolano tiene mucho sabor, cuerpo, sonoridad y mucha, mucha luz. Luminoso es el ensamble que ya arribó a su primer cuarto de siglo desafiando tormentas, acopiando la exquisitez de su repertorio, unificando afectos, sembrando una nueva forma de cantar y decir, y, claro, cosechando el inmenso cariño de sus devotos convictos y confesos entre los que con muchísimo orgullo me encuentro.
Conocimos a Marta Doudiers en 1998, un año antes de que Agridulce fuera conformado. En La Pastora de Caracas, en el hogar de Mariela y Pepe, le estrechamos la mano no solo a ella, pues ese apartamento pastoreño era centro de reuniones musicales de alto vuelo. Alí Alejandro Primera puede confirmarlo.
No nos costó comprender el nombre de esa agrupación, sobre todo cuando conocimos a la flautista y poeta Rocío Navarro y al papelón tan dulce que es Miguel Regalado. Esa es la columna vertebral de una sonoridad y un planteamiento que, hay que decir, contó con la animadversión de muchos de sus colegas que pensaban que Agridulce buscaba billete. Esos pobres conservadores que no entendían (muchos todavía no entienden) que una cosa es sueños y otra banco.
Si algún ensamble es de nuestro corazón ese es Agridulce con Ochún incluida en el grupo. No es gratis el cariño porque les debemos mucha luz, mucho arrojo, mucha valentía frente a la adversidad y mucho vuelo al hacer planteamientos musicales que todavía esperan por su internacionalización.
No pudimos asistir (lo deseábamos) a su concierto del pasado sábado 14, pero este lunes 23 nos conectaremos (y eso pido a todos) con el Canal Cultura Venezuela: @canalcultura_ve para apreciar a Agridulce en pleno y en concierto a las 7:00 pm.
La aspiración de todos es que el tesón de Agridulce se expanda como la bendición que la música merece, y que merecemos todos, más en estos tiempos.