“Bueno, Lil, yo no abandoné el rock porque y que estaba pasando de moda. No. Eso no es así. Me encanta el rock, pero luego te cuento el por qué de mi cambio”.
Estábamos ese día trabajando en conjunto el Cappy Donzella, Jesús Romero Anselmi y esta escribidora en jornada electoral, con turno en la cabina de Radio Capital, la emisora dirigida por el inolvidable Luis Muñoz Tébar, Lumute. Sabíamos que el candidato Chávez arropaba en votos, y que el bochornoso Consejo Supremo Electoral de entonces (¿Recuerdan todo lo que hizo para tratar de tapar el sol con un dedo?) tenía que dar el escrutinio, y tuvo que darlo aquél 6 de diciembre de 1998. Los tres nos abrazamos.
A los días, conversando con Cappy (Santos Calixto Escalante Donzella) él prosiguió con el relato en torno a su presunto abandono del rock:
“Era 1974. Sabes que yo era Hippie. Se me accidentó el carro y tenía mi programa en la radio y no podía faltar, así que tomé un taxi rumbo a Los Ruices. El taxista traía puesta una emisora popular y de repente salieron aquellas voces que cantaban:
La sapa estaba pariendo y el sapo estaba mirando
cuando la sapa pujaba el sapo se iba esponjando
…Sapo, vete de aquí
…Sapo, ponte pa allá…
Yo quedé electrizado completamente al escuchar aquello. Sentí algo muy profundo e inexplicable. Fue un shock. Llegamos a Los Ruices y le pagué al taxista. No quise el vuelto”.
“Ya en la radio te confieso que no pude hacer mi programa, mi cuerpo y mi corazón se negaban. En ese momento entendí que el rock me hacía vibrar de afuera hacia adentro, pero ese Sapo me hizo vibrar desde adentro hacia afuera, con fuerza identitaria. Desde ese momento me dediqué a la música de tradición y popular venezolana para toda mi vida”.
Lo recuerdo mucho, sobre todo en estos días, por su ejemplo militante, y su auténtica sonrisa de ¡Viva Venezuela!