A los pioneros de los Locos de La Vela, quienes con su ingenio, pasión y entusiasmo tejieron la historia
de una tradición que es hoy una eterna fuente de alegría y orgullo para su pueblo.
La historia de la humanidad está impregnada de episodios tan desconcertantes como significativos, donde las tradiciones, los mitos y las costumbres convergen para formar parte de nuestra identidad cultural.
Uno de estos eventos emblemáticos es la celebración del Día de los Santos Inocentes, una festividad con profundas raíces históricas y religiosas que ha evolucionado hasta convertirse en una expresión de identidad popular en distintos rincones del mundo, incluida Venezuela, donde adquiere una dimensión única a través de los Locos y Locainas.
La narración bíblica del asesinato de los niños menores de dos años por orden de Herodes El Grande, como lo relata el Evangelio de Mateo, es el punto de partida de esta conmemoración. El evento, conocido como la Matanza de los Inocentes, refleja la paranoia y crueldad de un gobernante que, según historiadores como Flavio Josefo, no dudó en eliminar a sus propios hijos y allegados para proteger su poder. Aunque no existen evidencias arqueológicas directas del infanticidio, el relato ha marcado profundamente la iconografía cristiana y la memoria colectiva.
Sagrado y pagano
Si bien el 28 de diciembre se adoptó como fecha oficial para el Día de los Santos Inocentes, esta elección tiene más que ver con la necesidad de la Iglesia católica de contrarrestar festividades paganas como los Saturnales romanos y las celebraciones relacionadas con el solsticio de invierno, que gozaban de gran popularidad en diciembre. Este sincretismo entre lo sagrado y lo profano marcó el inicio de tradiciones que se han transformado con el tiempo.
En la Edad Media, las Libertades Decembrinas simbolizaron un periodo de excesos y carnavales, donde incluso la Iglesia era escenario de rituales irreverentes. Documentos como las actas del IV Concilio de Toledo (635) y el VIII Concilio de Constantinopla (869) condenan estas prácticas, en las que clérigos se disfrazaban, cantaban canciones vulgares, tenían sexo e incluso realizaban juegos de azar en los altares. En Francia, la Fiesta de los Locos adquirió notoriedad al instaurarse como una celebración en la que el pueblo parodiaba la jerarquía eclesiástica.
Este tipo de manifestaciones fue paulatinamente prohibido, como evidencia el edicto del obispo de París, Eudes de Sully, en 1198, y los registros ingleses de 1530 que sancionaron a la Iglesia de York por permitir tales impiedades. Sin embargo, las costumbres sobrevivieron adaptándose a contextos locales.
En España, la Fiesta del Obispillo fue una de las tradiciones que cruzó el Atlántico durante la colonización. Esta celebración, vigente desde al menos el siglo XIV, consistía en vestir a un niño como obispo y permitirle liderar procesiones. Con la llegada de los colonizadores españoles y la trata de esclavos africanos, estas festividades adquirieron nuevos matices en América Latina, fusionándose con elementos indígenas y africanos para dar origen a celebraciones propias.
Cosas de locos
En países como México, Guatemala y Perú, las festividades de diciembre están cargadas de simbolismo religioso y expresiones populares, pero es en Venezuela donde el Día de los Santos Inocentes se transforma en un espectáculo único a través de los Locos, Locainas, Parranderos y Celebrantes del 28 de diciembre con una riqueza cultural que destaca por su diversidad y creatividad.
Por ello vemos como estas fiestas populares se realizan en varias zonas del país. Sólo en Falcón hay 12 municipios donde se exalta la celebración ese día. A esto hay que agregar que Venezuela tiene al año unas 500.000 fiestas populares y en diciembre el 12% se concentra parte de ellas. Estamos hablando de 55.000 fiestas populares de carácter colectivo que se realizan en todo el país y por supuesto el 28 de diciembre es una de las fechas claves.
La variación de cómo las cofradías asumen la forma de hacerlo es también parte de cómo la evolución en la diversidad va adquiriendo matices interesantes. Por ejemplo: en el estado Vargas en el pueblo de Sabana, los 28 de diciembre son tomados literalmente por el pueblo en algo que han llamado El Gobierno de la Revolución. Allí los hombres y mujeres intercambian roles pero a su vez se hacen gobierno y se arrogan funciones correspondientes a la ley y la justicia. En el pueblo, es el pueblo y nada más que el pueblo quien decide qué hacer ese día.
Esto es un ejemplo de ese 28 de diciembre que año tras año se inventa en el país. A su vez, impresiona como ninguna fiesta se parece a otra y las similitudes que puedan tener por ejemplo con las representaciones europeas apenas son un elemento de lo que se conoce.
En la Vela de Coro
En La Vela de Coro, la Fiesta de los Locos se ha consolidado como un referente cultural y turístico. Aunque la celebración tiene sus orígenes en el siglo XIX, fue en 1950 cuando los habitantes decidieron organizarla formalmente cada 27 y 28 de diciembre. Por más de 40 años, esta celebración se mantuvo con distintos matices e ideas que surgían a la par de la misma evolución de la fiesta. Pero a eso, había que darle un registro jurídico a la hora de buscar financiamiento para organizar cada año un evento que superara al anterior. Así, entonces, llegó la creación de la Fundación Santos Inocentes, protocolizada en 1993, marcando un logro en la evolución de esta festividad. Uno de los hechos más destacados de esa organización constituida en la actualidad como una institución, fue su representación de Venezuela en el Carnaval del Mundo en Bélgica en 1997, donde obtuvieron el primer lugar por su autenticidad y creatividad. Este evento no solo puso a La Vela en el mapa cultural internacional, sino que también evidenció la riqueza artística y organizativa de esta comunidad.
La invitación a Bélgica surgió gracias a la embajadora belga en Venezuela, quien, impresionada por la festividad, propuso llevarla al prestigioso carnaval de Binche, conocido por su historia que data del siglo XIV. Representantes de 25 países participaron en el evento, pero los Locos de La Vela destacaron por la majestuosidad de sus trajes y la originalidad de sus representaciones, dejando dos de sus icónicos disfraces en el Museo Internacional del Carnaval y la Máscara en Bélgica como testimonio de su legado.
En 2010, la Fiesta de los Locos fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación, un reconocimiento que subraya su importancia como manifestación cultural de arraigo popular. Actualmente, la Fundación Santos Inocentes trabaja junto al Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través del Centro de la Diversidad Cultural de Venezuela y el Instituto de Cultura de Falcón en la elaboración de un expediente para presentar esta celebración ante la UNESCO, con el objetivo de obtener su declaratoria como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Pero para ser patrimonio, se requiere cumplir con algunos parámetros que la UNESCO solicita en su consideración de tal declaratoria. Y estos son:
- Relevancia cultural: El elemento debe ser representativo de la cultura de una comunidad y tener un significado importante para su identidad.
- Transmisión: Debe existir un proceso de transmisión de este patrimonio, ya sea de generación en generación o a través de prácticas comunitarias.
- Práctica viva: El patrimonio debe estar en práctica activa y ser parte de la vida cotidiana de la comunidad.
- Participación comunitaria: La comunidad debe estar involucrada en la salvaguarda y promoción del elemento cultural.
- Viabilidad y sostenibilidad: Se evalúa si hay estrategias en marcha para asegurar que el patrimonio continúe existiendo en el futuro.
- Documentación: Es fundamental que haya registros adecuados que respalden la existencia y práctica del patrimonio.
Estos criterios ayudan a garantizar que el patrimonio cultural inmaterial no solo sea reconocido, sino también protegido y promovido adecuadamente.
Todos estos parámetros, por lo antes expuesto, los cumple esta fiesta popular. De hecho, Liberio Ramírez, directivo de la fundación, ha descrito en algunos de sus textos la transformación de los disfraces, que pasaron de ser simples trajes harapientos a elaboradas Fantasías creadas con materiales como telas de raso, lentejuelas y papeles metálicos. Hoy en día, entre 400 y 500 participantes, organizados en comparsas y disfraces individuales, llenan las calles de La Vela con color y alegría. Además, esta festividad incluye elementos críticos y humorísticos que reflejan los acontecimientos del año.
Moisés Reyes, también miembro de la fundación, recuerda las singulares travesuras de los Locos, como, por ejemplo, detener vehículos o «multar» a quienes no portaban un salvoconducto, y cómo ello evolucionó hacia una expresión artística y cultural más organizada.
Una casa de locos
Asimismo, la construcción de la Casa Museo de los Locos en 2011, financiada por la gobernación del estado y ejecutada por la fundación, representa un ejemplo de autogestión comunitaria. Este espacio no solo resguarda la historia de la festividad, sino que también promueve talleres y actividades educativas para garantizar su continuidad. Es importante destacar que para la construcción de la casa museo trabajaron los mismos integrantes de la Fundación con una modalidad de contratación que fue la siguiente: se hacía un sorteo cada 28 días y de acuerdo con los requerimientos de la construcción se seleccionaba el personal que en este caso fueron 178 empleos directos con la rotación descrita y 57 empleos indirectos. Allí se concentraban obreros, maestros de obra, ingenieros, electricistas, etc., y el diseño de la obra fue exclusividad de los arquitectos e ingenieros que celosamente inspeccionaban cada detalle de construcción. A pesar de haber comenzado a principios de 2013, la Casa Museo fue levantada en tiempo record.
Este ejemplo es uno de los argumentos más contundentes en la elaboración del expediente; pero, a su vez, es lo que queremos ver en todo el país: un pueblo organizado. Estoy seguro que las distintas ediciones del Encuentro Nacional de Locos, Locainas y Celebrantes del 28 de diciembre en La Vela, realizados cada mediados de año, nuestros hermanos de las distintas cofradías del país, han llevado a su tierra esta maravillosa experiencia que sigue consolidando la tradición, ahora con una visión de organización y con miras a solicitar con más fuerza, esa declaratoria de la Unesco como parte de ese sueño que aspiramos en el futuro cercano sea una realidad.
Locos que buscan reconocimiento
En comparación con celebraciones similares en el mundo podemos destacar que, en España, el municipio de Jalance celebra una versión similar conocida como la Fiesta de los Locos, donde jóvenes disfrazados toman el control del pueblo durante unas horas. Esta tradición, que data del siglo XVII, comparte elementos con los Locos de La Vela, pero se distingue por su enfoque en el humor picaresco y el baile.
A nivel global, diciembre es un mes de celebraciones. En países como Italia, el Carnavale incluye desfiles y máscaras similares, mientras que en Guatemala las procesiones de Santos Inocentes combinan elementos religiosos y festivos. Sin embargo, la singularidad de los Locos de La Vela radica en su capacidad para fusionar elementos autóctonos con influencias internacionales, destacándose como una de las manifestaciones culturales más auténticas de Venezuela.
Preservar las tradiciones no es solo una labor cultural, sino también una estrategia para fortalecer la identidad nacional. La declaratoria de los Locos y Locainas como patrimonio cultural intangible de la nación y su eventual reconocimiento por la Unesco sería un paso significativo para garantizar su continuidad.
La organización comunitaria es clave para este objetivo. Como lo demuestra la experiencia de La Vela, el fortalecimiento de las cofradías y la inclusión de jóvenes a través de actividades educativas son fundamentales para transmitir este legado a futuras generaciones. En un mundo globalizado, donde las tradiciones locales enfrentan la amenaza de la homogenización cultural, iniciativas como estas adquieren un valor incalculable.
Hoy estamos en la fiesta que comenzó siendo muy local, luego nacional para ahora convertirse en desde hace nueve años en un evento internacional. El Día de los Santos Inocentes en Venezuela, y el de los Locos en La Vela, es mucho más que una celebración: es una declaración de identidad. En cada máscara, tambor y danza, se refleja la historia de un pueblo que ha sabido reinventarse, como el cují que resiste a la sequía o como el semeruco que reverdece tras la lluvia. Con un toque de locura y mucha pasión, estas tradiciones nos revelan que la verdadera fortaleza está en nuestras raíces y en nuestra capacidad de soñar con un futuro mejor. Así quedó escrito y así seguirá celebrándose, como testimonio de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser.