07 – No hay Sinatra sin Gardel

¡Cuéntale a los demás!

Si eres melómano, seguramente sabes quién fue Frank Sinatra y también de quién hablamos cuando se menciona a Carlos Gardel: dos gigantes de la canción, cada uno en su tiempo y en su estilo, pero según una leyenda, unidos por un gesto que te vamos a contar en esta Anécdota Sonora.

El escenario de Carlitos, antes de Gardel

En la Buenos Aires de principio del Siglo XX, para ser más exactos en la esquina de Agüero y Hamahuaca (hoy en día en el lateral oeste del enorme Abasto Shopping) había una fonda llamada O’Rondeman, que le pertenecía al señor Traverso, y que era el punto de reunión de de la Mano Negra y la Camorra, peligrosas mafias italianas.

El bar O,Rondeman de acuerdo con la ilustradora Natalia Karkabian

El O’Rondeman era frecuentado en esos años por un muchacho llamado Carlos Gardel, cuando ni él mismo sabía que estaba llamado a ser el gran difusor del tango en todo el planeta.

Ese mismo Carlos Gardel, tras triunfar en Francia, movió su residencia a Nueva York con la intención de atender compromisos comerciales con Paramount, estudio de cine con que grabaría varias películas. Además, el sureño cantaba todos los días en la cadena radial WEAF de la NBC.

El radioescucha neoyorquino

Como es sabido, al igual que ocurrió en Argentina, a la Gran Manzana llegaron multitud de italianos, así que no debía sorprender que entre los radioescuchas habituales se encontrase el hijo de una genovesa y un siciliano: Francesco Albertino Sinatra Agravantes.

Francesco era para esa época un zagaletón de 18 años que se había metido en bastantes líos, porque solía hacerle mandados a los paisanos de la mafia. Estaba comprando todos los números para terminar preso.

Francesco Sinatra en el registro policial del condado de Bergen

Un día de 1934, ese cuasi delincuente juvenil consiguió una entrada para ver a Gardel en la radio y de paso complacer a su novia Nancy. Tras el set de canto, el joven se acercó al Morocho del Abasto y comunicándose en una difícil mezcla de italiano y español, le confesó que andaba por el mal camino.

Nancy interviene y le cuenta a Gardel que Sinatra tiene una buena voz y la está desperdiciando. El argentino lo aconseja: «Mirá ragazzino, a tu edad yo hacía lo mismo que tú”, le cuenta sus andanzas por los lados del O’Rondeman y remata: “Cantar me apartó de un destino que implicaba morir en una reyerta o en cana”.

Gardel, que estaba en el ambiente musical, le plantea: “Aprovechá que estás aquí en la radio y anotate en un concurso de cantantes que creo que se llama Major Bowes Amateur Hour, con probar nada se pierde».

Ganó el concurso tras presentarse junto a tres compañeros y salieron en una gira promocionada por la radio. Lo demás es historia; Sinatra fue uno de los más grandes de la historia, pero fue el consejo de Gardel la guía, la clave.

Thanks, Mr. Gardel! o corolario porteño

En 1981 el famoso Luna Park de la capital argentina tuvo a un visitante realmente impresionante: se presentó Frank Sinatra y logró un lleno total. Allí se dieron cita cerca de 20 mil personas para escuchar a La Voz, quien en Buenos Aires, de alguna manera se encontraba entre sus paisanos.

El día anterior al concierto, Sinatra había pedido que lo llevaran al antiguo café O’Rondeman, en donde para esa fecha se encontraba la vieja edificación, que había quedado abandonada hasta su demolición en 2007.

El O’Rondeman poco antes de su demolición.

En ese lugar, Sinatra sacó de su chaqueta un papel que llevaba consigo desde hacía casi 47 años: una descolorida entrada a un espectáculo radial . La besó, la sembró en el terreno y dijo en español: “¿Dónde estarán Traverso, el Cordobés y el Noy, el pardo Augusto, Flores y el morocho Aldao… los guapos del Abasto rimaron mi cantar…”

Y cerró con voz firme: “Thanks for helping me to live, Mister Gardel” (Gracias por ayudarme a vivir, señor Gardel).

Nota importante del autor:

Responsablemente, nos toca decirte que hay serias dudas acerca de que esto haya ocurrido; al parecer, esta historia se escribió con la intención de generar un guión para una película; y sin embargo, uno de los historiadores más conocidos de Argentina (Felipe Pigna) admite que «no es imposible» que sea cierto. AQUÍ las razones de quienes lo niegan.

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