Y el trabajo se hizo canto

¡Cuéntale a los demás!

Eduardo Parra Istúriz

(RCA – 01/05/2022). Que el trabajo lo hizo Dios como castigo es sabido, y por eso lo cantó en tiempo de merengue dominicano el negrito del Batey, Alberto Beltrán. Leyendas judeocristianas aparte, lo cierto es que el trabajo ha acompañado el desarrollo de la humanidad desde antes de la aparición del fuego o la escritura.

Se cree que el canto apareció en la misma etapa que el lenguaje hablado, así que es muy antiguo. El canto acompaña a los humanos todas sus actividades: la guerra, la cacería, la cría de ganado, el cuidado de los niños… en todo. Pero nos centraremos en los cantos de trabajo.

El encuentro entre trabajo y canto se produjo desde temprano y dio lugar a buena parte de las tradiciones cantadas del mundo. De hecho, una buena forma de saber si algún género musical pertenece a la tradición, al folclore, es revisar con qué actividad humana se vincula.

Son folclore los cantos de ordeño, la saloma de pesca, el canto de trilla, las melodías que se canturrean mientas se recoge el café o los cantos de pilón y de lavanderas. El canto es capaz de aliviar el cansancio y la sensación rutinaria que caracteriza a muchas labores.

El gozo de cantar y el trabajo de contar

No todo el trabajo permite cantar. A veces exige silencio, y en otras ocasiones requiere de la oratoria. Los periodistas, por ejemplo, no podemos narrar noticias en radio o televisión y cantar al mismo tiempo, pero no siempre fue así: el periodismo nació cantando.

Los primeros narradores de noticias eran los juglares, cantores que iban de pueblo en pueblo, que peregrinaban para enterarse de lo que ocurría aquí o allá, y que con tal información escribían canciones que inmortalizaban todas las cosas importantes que ocurrían.

“Los poetas cantarán tu gloria por los siglos de los siglos”, le decían a los soldados que iban a la guerra. El poema más antiguo que se conoce en la lengua hispana narra las hazañas de un caballero, y es un cantar; el Cantar del Mío Cid.

Cantar del Mìo Cid

Pasaron los siglos y la costumbre se quedó en América: los hechos cotidianos o heroicos son narrados mediante el canto, como en el famoso corrío mexicano

“No tuvo tiempo de montar en su caballo
pistola en mano se le echaron de a montón
Estoy borracho les gritaba y son buen gallo
Cuando una bala atravesó su corazón”

Y murió Juan Charrasqueado.

Cuando el obrero es protagonista

Hay canciones que no acompañan el trabajo, pero ensalzan al trabajador. Se admira la obra, el trabajo creador, el tesón, el empeño, y se valora el aporte a la sociedad, muchas veces a costa de la propia salud y a cambio de poco dinero.
Juan Antonio Corretjer y José Nogueras, mediante el tema Desahogo, bien puesto en la garganta de Cheo Feliciano, nos dicen:

“Trabaja su vida entera
el carpintero Prudencio
sus manos llenas de callos
y va sufriendo en silencio”


Porque el trabajo, a despecho de Alberto Beltrán, y de Dios, dignifica a quien lo ejecuta.

A veces, el canto es un simple pregón, como en La negra Atilia, Pregones Zulianos o en Golosinas Criollas, pero en otras ocasiones va al hueso social del asunto, como en Compañeros, del siempre recordado Grupo Madera, o en A la mina no voy, amarga queja de los obreros chilenos.

Algunas de estas canciones pueden escucharse en la lista de Spotify que preparamos y está al final del texto.

Trabajo y gloria

El Día del Trabajador contiene en sí mismo la celebración por la vida y su canto, sin resignar su espíritu reivindicativo. No es a las inversiones de bolsa, ni a la especulación, ni al aprovechamiento de las fisuras del sistema o a la acumulación grosera de riquezas a lo que se le ha dedicado un día.

Pero sobre todo, se dedica un día al recuerdo de los obreros que, el primero de mayo de 1886, se alzaron Chicago contra las condiciones inhumanas en que se veían obligados a trabajar. Se dedica al recuerdo de 8 trabajadores anarquistas condenados injustamente por esas revueltas. Cinco, a muerte.

Uno de ellos se suicidó, y los otros cuatro fueron ejecutados.

Los condenados.

Se ha dedicado un día al sudor que lava frentes, al trasnocho de quien guarda la paz de los ciudadanos; a la sapiencia del científico que busca soluciones, a la diligencia, al compromiso.

José Martí, periodista destacado en Chicago en esa fecha (11 de noviembre de 1887), lo describe así: “Spies grita: ‘la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora’. Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable…”

Hoy, siglo y medio después, los juglares modernos cantamos su gloria.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *