
Mañana, domingo 29 de junio San Pedro se pintará de negro. Bueno, no él exactamente sino la inmensa legión de guareneros y guatireños que parrandean a su conjuro, en su nombre y con la gratitud de ese pueblo que evoca año a año el milagro que ese santo hiciera con una esclavizada.
Mañana será día de rostros con betún como santo y seña de identidad. Es es contraseña de pueblo porque lo oficial, ahora con rango de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad es la tradición, el ritual. Se esperará la lluvia bendita para asegurarnos un buen año así sean las lágrimas de San Juan al ver la fiesta de Pedro.
Desde la madrugada estará la comida típica de la fecha, el Tere Tere (especie de riñonada, muy sabrosa). En el CEA esa es la costumbre y después la ropa para proceder a posteriori con el maquillaje, bueno, betún negro en el rostro. Todo estará en función María Ignacia, la vestimenta femenina (crinejas incluidas) en cuerpo de varón, que así se paga la promesa hecha por la esclavizada y mantenida por estos pueblos rebeldes.
Como a las 9 de la mañana comienzan a converger todos hacia la iglesia, ubicada frente a la plaza 24 de julio (en el caso de Guatire) o de la plaza Bolívar (en el caso de Guarenas). Llegarán los figurines, declararán y luego se perderán. No les importa lo patrimonial salvo para retratarse. Los figurines, dije. Ojo.
El pueblo seguirá cantando:
“El San Pedro de mi tierra
es un santo milagroso”.
En el caso de esta periodista, ese canto lo aprendimos de los labios de nuestra madre en Cumaná. “Con la cotiza…”. Ya se había extendido como solo los pueblos saben extender sus amores.
Mañana estaremos nuevamente de frente, como ya pasó con San Antonio y el Tamunangue y San Juan y los tambores, frente a una cultura patrimonial, de una forma de reconocernos en lo que somos.
El Valle del Pacairigua les espera.