¡Quiebra, Morocho!

¡Cuéntale a los demás!

Lil Rodríguez

El domingo 7 de mayo de 1995 fue un día esplendoroso para la música venezolana. Quien escribe había propuesto a Fundarte realizar en El Poliedro un homenaje nacional a Gualberto Ibarreto en el marco de la celebración de la Cruz de mayo. Nuestra amada colega y amiga Helena Salcedo me acompañó, como siempre ha sido, en esta nueva aventura.

Los que estaban en Caracas se reunieron con los que llegaron desde el interior del país, y así, en el Hotel Las Taparitas de las Palmas se reunieron Carota, Ñema y Tajá, Guaco, Serenata Guayanesa, Cristóbal Jiménez, Anselmo López, Hernán Marín, José Montecano, Luis Mariano Rivera, María Rodríguez, Cecilia Todd, Lilia Vera y el movimiento de niños decimistas de San Agustín.

Fue en esa inolvidable reunión donde vimos de cerquita por primera vez a Remigio ‘Morocho’ Fuentes, y fue maravilloso verlo desplegar su eterna sonrisa y compartir su extraordinaria condición de bandolinista y su sapiencia con otros músicos como Anselmo López y Saúl Vera, quien se acercó a saludar junto a muchos periodistas y músicos, familiares y melómanos. Morocho llegaba a Caracas acompañando a ‘La Sirena de Cumaná’ María Rodríguez. Feliz estaba Luis Mariano en esa reunión de estrellas.

Le volvimos a ver cuando por gestiones del profesor Benito Irady el Morocho Fuentes, junto a un contingente de orientales, entre ellos Mónico Márquez, Hernán Marín, Jesús ‘chuíto’ Rengel, y Alberto ‘Beto’ Valderrama entre otros viajaron a Washington para deslumbrar al Smithsonian Folkways, con la inmensa sonoridad del bandolín y la bandola oriental, y los ritmos que distinguen la orientalidad venezolana. Todo quedó reflejado en el excelente álbum ¡Y que viva Venezuela! Maestros del Joropo Oriental.


Disfrútenlos en Washington:

En Cumaná una vez compartimos al lado de Francisco Cortesía, “Chico Mono”una conversa sabrosa, rones y música. Y cuando solicitamos a María Rodríguez presentarse con todo su esplendor en las pantallas de Tves, la inolvidable sirena cumanesa se apareció con él. Y lo que se vivió en los camerinos del auditorio de la Biblioteca Nacional fue impactante. Ver a Mónico Márquez, Milagros Figuera y a Morocho descargando estribillos, pasó a la historia.

No le vimos más. Su partida duele al pueblo oriental, al país, y a la música.

¡Quiebra, Morocho! Que ahora estás allá y acá.

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