Nuestra Señora María

¡Cuéntale a los demás!

Quiso estudiar canto en la escuela de música José Ángel Lamas para darse a conocer a futuro como vocalista; pero en ese momento alguien de los instructores de la escuela le dijo: “Señorita, pierde su tiempo, tiene una voz muy blanca y nunca llegará a ser cantante”. En ese momento lloró y quiso dejarlo todo atrás.

Sin embargo, el orgullo herido pudo más que el desencanto y prosiguió cultivando su voz a hurtadillas para futuros eventos. Entonces se dedicó a escuchar música brasileña cuya influencia en la década de 1980 era la moda. Tenía una moto y cargaba un walkman con un casette de Elis Regina. La admiraba tanto que se convirtió en su acompañante en moto con su inconfundible voz en la convulsionada Caracas.

Pero las estadísticas -que siempre están allí- la incluyeron en esos números de accidentes en moto. En el hospital y convaleciente se acercó a visitarla un amigo. Pasó cuatro meses en cama y qué mejor momento para leer, escribir y escuchar música. Y entonces alguien llegó con un detalle. Ese amigo no sabía que ella había perdido ese casette que desapareció en el accidente ni que ella amaba a esa cantante. Y allí estaba Elis Regina acompañándole otra vez y lo interpretó como una señal.

Al recuperarse tomó la decisión de rendirle un homenaje a tan grande artista brasileña. Y fue así como montó un show cantando lo mejor y exclusivo de Regina en un concierto realizado en el Ateneo de Caracas. Ese momento le consagraría como el ícono de lo que posteriormente se convirtió: una de las mejores voces del jazz en Venezuela.

Nuestra irremplazable María

Ese concierto sirvió para que la contrataran por tres años en Aruba a cantar en varios shows de los hoteles, casinos y fiestas privadas de la isla. Y al terminar su residencia regresó a Caracas (1989) y comenzaría a grabar los discos que le abrieron camino a lo que ya el mundo conoce de esta extraordinaria cantante.

María Rivas, nació el 26 de enero de 1960 en Caracas. De talento innato y de posibilidades que asombraban en sus presentaciones, siempre se mostró como una mujer que dominaba a su antojo el scat, así como la interrelación con el público que se metía en el bolsillo y que disponía del mismo para integrarlo en sus canciones, dando rienda suelta a un show ameno y de alta calidad no solo en lo musical y artístico, sino en su calidez humana.

Hubo un momento en el que la aquejaron algunas dolencias físicas y ella, en ese momento, entregada más a lo espiritual y a su oficio de pintora y artista plástico (fue alumna de Pascual Navarro), luchó en los últimos años contra una enfermedad que se la llevaría de este plano el 19 de septiembre de 2019 en Miami, EE.UU. No obstante a su ausencia física, María Rivas siempre será recordada como una de las más grandes e irremplazables cantantes del Jazz Venezolano.

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