Manuela en Paita

¡Cuéntale a los demás!

Muchas lecciones nos dejó Manuela y las aprendimos de muchas formas, pero con la ternura de Jesús ‘Gordo’ Páez y su grupo “Guardaplaneta” divisamos a Manuela en la otra dimensión con la que la apreciaba Bolívar.

Si Manuela Sáenz fue grande en su propia gloria durante su tránsito de ocho años junto al corazón de Bolívar, más heroica y profunda fue esa misma gloria cuando 1830 le marcó la vida para no dejarla ir a pesar de la serpiente con la que intentó envenenarse y morir.

Quiso el Arcano aquél del Chimborazo, que visitó a Bolívar, que ella, La Sáenz, como se proclamaba en batallas femeninas, o Manuela, porque no le gustaban los diminutivos sobreviviera nada menos que 26 años a Bolívar para dejar plasmada la impronta de su dignidad, aún en el martirio que escogió vivir cuando llegó a Paita solo con sus dos fieles mujeres ayudantes, poca ropa, y aquél cofre conteniendo las apasionadas cartas de su amado y otros documentos.

Cosas del Arcano, dos inmensos amores de Bolívar, Manuela y Simón Rodríguez quedaron sepultados en la misma zona del norte de Perú. Él en Amotape, casi mendigo y ella en la arenosa Paita vendiendo tejidos y dulces en ese puerto de acopio al que llegaron ilustres a visitarla y a clamar por ella, como el mismísimo Samuel Robinson, el prócer italiano Giuseppe Garibaldi, el estadounidense cónsul en esa zona, Alexander Rudens, y hasta el autor de Moby Dick, Herman Melvill.

Todos reconocieron su grandeza, y su hermosura a pesar de los años y hasta del accidente que hoy sigue siendo la esperanza para hallar sus restos: la cadera fracturada.

Todo lo sabía el enamorado, inolvidable cantor Jesús ‘Gordo’ Paéz, amante como millones de este símbolo audaz del amor.

En Quito, hace 200 años, a la corona de rosas lanzada por ella siguió la mirada de él… y el saludo hasta el fin de los tiempos.
🇻🇪🇪🇨🌹

✍🏽 Lil Rodríguez.

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