Las fiestas del Solsticio fueron apropiadas devotamente por la Iglesia Católica para pasar a ser fiestas patronales. Sin embargo, afianzadas por la imposición colonial que condujo al sincretismo, esos santos de junio (cristianización del solsticio) se hicieron también latinoamericanos y se festejan con fervor y alegría de pueblos que han mantenido la tradición a su manera, su tradición, que en junio comienza con Corpus Christi y sus Diablos Danzantes.
Ya se percibió el pasado 13 de junio el sabor de los Sones de Negro o Tamunangue en honor a San Antonio en diversas poblaciones del estado Lara, donde está su origen, aunque se ha instalado en prácticamente todo el territorio nacional.
Ya San Juan se prepara para el despliegue de la alegría de sus devotos de todo el país con especial acento en Miranda, Carabobo, Aragua, La Guaira, Yaracuy y el Distrito Capital. La Unesco declaró el ciclo festivo alrededor de la devoción y culto a San Juan Bautista, como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad reconociendo lo colectivo de la expresión, su encanto, sus tambores y bailes.
Un poquito más allá, cerrando el mágico mes de junio está el jueves 29 la fiesta de San Pedro, convertida en Parranda de San Pedro de Guarenas y Guatire, ciudades que comparten historias y el milagro hecho por el santo a la esclavizada María Ignacia al sanarle a su hija Rosa Ignacia. La promesa hecha fue salir a bailar el día del santo, y desde entonces los 29 de junio son dignos de vivirse en Guarenas y en Guatire.
Nos alegra el creciente reconocimiento popular a sus expresiones de tradición que tan estigmatizadas fueran en varias etapas de vida del país. Nos alegran los esfuerzos de defensa y preservación de Min-Cultura y el Centro de la Diversidad Cultural y nos alegra que Corpus y los tres grandes santos de junio sean más pueblo que iglesia.
Lil Rodríguez
