Alberto Beltrán: Quisqueya en su canto

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Fue poseedor de una magnífica voz plena de matices, y quien fuera un dominicano por donde se le mirara. Fue Alberto Beltrán, El Negrito del Batey…

Sabía que tenía buena voz. Hermosa voz. Y decidió probar fortuna en la radio regional. No le fue mal porque logró encontrar trabajo como cantante en un grupo y luego en otro hasta ganar 4 pesos por baile, cantando.

Este hombre quiso la fama, pero no cualquier fama, porque este hombre quería ser famoso en la música, no por él sino por el repertorio que cantaba. Y el repertorio que quería hacer famoso era el de su tierra natal. Lo logró, y con holgura infinita.

Era de la República Dominicana. En algún momento el ego le jugó una mala pasada y cometió un error que lamentó toda su vida. Se llamaba Alberto Beltrán, y fue El Negrito del Batey. Nació el 5 de mayo de 1923. Hace exactamente 101 años.

Amanece en La Romana

El vocablo Batey está muy asociado a nuestros ancestros africanos, nunca esclavos, insistimos, y sí esclavizados, y traídos en esa forzada condición a las tierras de originarios de la Abya Yala por los imperios invasores de entonces.

En las grandes islas del Caribe existió el batey porque había  buena tierra para las plantaciones, entre ellas la recién llegada caña de azúcar. Punto de reunión del esfuerzo, la vida y el dolor, el batey es un símbolo imperecedero de lo que significó la historia caribeña, esa de la que se sigue aprendiendo, por cíclica, entre otros detalles.

En un batey, el de Palo Blanco, por la zona de La Romana (sureste de Quisqueya) nació Alberto Amancio Beltrán, repetimos, el 5 de mayo de 1923. (Hay quienes sostienen que nació en junio de 1924).

Para qué contar que nació bajo el signo de la pobreza y que para coronar la tristeza infantil, ésta se hizo infinita angustia cuando vio morir a su madre, contando apenas once años. Tenía dos hermanos y un padre, pero éste los había abandonado…

Como cosas del destino un amigo lo llevó a trabajar en una dulcería de la zona. La dulcería se llamaba El 19

Fue entonces cuando comenzó a participar en veladas musicales hasta que lo apresaron por trabajar sin permiso, pues era menor de edad. Al salir de esa detención, el niño que era Alberto Amancio se echó a caminar dos días hacia San Pedro de Macorís, pueblo hermosísimo sobre el Caribe dominicano, que fuera asentamiento agrícola de migrantes no hispanos, de Cocolos (bebiendo guavaberry / al ritmo de un tambor eh eh).

En San Pedro de Macorís Alberto se integró a la zafra de la caña de azúcar, acopiando así algo de dinero para llevar al batey de Palo Blanco.

Sabía que tenía buena voz. Hermosa voz. Y decidió probar fortuna en la radio regional. No le fue mal porque logró encontrar trabajo como cantante en un grupo y luego en otro hasta ganar 4 pesos por baile, cantando. Era algo. Pudo ir a Santo Domingo, la capital. No le fue mal, pero al tiempo retornó a Palo Blanco, en La Romana. Volvió a cantar en la radio y lo escuchó un hermano del dictador Rafael Leónidas Trujillo quien se encantó con sus condiciones de cantante y lo puso a estudiar mientras lo dejaba en su emisora con rango de exclusividad.

Es después de esa incursión cuando Beltrán pasa al conjunto de Medardo Guzmán, (posterior saxofonista en la orquesta de Billo Frómeta) quien, entre otros temas compondría junto a Héctor Díaz uno dedicado a Joseito Mateo, titulado El Negrito del Batey, y que el llamado Rey del Merengue (Joseíto Mateo) estrenó en 1942.

Alberto Beltrán también fue dirigido orquestalmente por Porfi Jiménez, allá, en Quisqueya. Porfi, se recordará que pudo salir desde la República Dominicana hacia Venezuela y en Caracas se estableció para siempre llegando a ser el Director musical del famoso sello Velvet.

Viajando hacia el éxito

Beltrán viajó a Puerto Rico, y en 1951 graba El 19 (de Radhamés Reyes Alfau) con un grupo dirigido por el extraordinario tresista boricua Mario Hernández. Retornó a Quisqueya llegando a integrarse a la Súper Orquesta San José, la orquesta de Trujillo, agrupación de la que hay mucho que escribir de tanta historia que tiene. Comenzaba la década de los cincuenta.

Investigadores de su vida ubican a Alberto Beltrán ingresando a Cuba por Santiago de Cuba el 15 julio de 1954, y viajando en autobús para La Habana, capital en la que buscó a un dominicano cantante bien posicionado. Y es éste, Tirso Guerrero, quien trabajaba en Radio Progreso, el que lo recomienda a Rogelio Martínez, director de la Sonora Matancera, agrupación que tenía su espacio en esa emisora.

Mientras esperaba por la Matancera, Alberto Beltrán hizo sus tiritos por ahí y llegó a cantar con la afamada puertorriqueña Mirtha Silva, quien se encontraba en Cuba. El director de la Matancera lo escuchó con atención y lo llamó a participar como cantante invitado en su grupo. Y Beltrán aceptó llevando en su mano las partituras de las canciones de su tierra, de Quisqueya. ¿Y saben? El genial Severino Ramos, arreglista por entonces de la Sonora tomó las partituras, las aceptó y las arregló al estilo matancero.

A lo dominicano

Todos los temas que grabó Alberto Beltrán con la Sonora Matancera fueron de autores dominicanos. Toda una lección. La primera canción que interpretó en público con la Sonora fue Aunque me cueste la vida de Luis Kalaf, con un monumental arreglo de Severino Ramos. Fue todo un suceso, escrito en la historia musical cubana. Era septiembre de 1954.

Vendrían Luego Te miro a ti, del dominicano Julio César Bodden y El 19 del dominicano Radhamés Reyes. Mención especialísima merece El Negrito del Batey de Héctor Díaz y Medardo Guzmán, dominicanos.

Es este el tema más vendido y divulgado en la historia de la Sonora Matancera. Se grabó el 16 de noviembre de 1954. Beltrán también grabó Todo me gusta de ti del dominicano Cuto Estévez,  Ignoro tu existencia de Rafael Pablo de la Mota, dominicano,  y Enamorado de Pepo Balcácer, dominicano. Es decir, Alberto Beltrán bailó en la casa del trompo, y bailó tremendamente bien, pues no era fácil imponerse con Quisqueya en un territorio tan fértil en la música (y en otras cosas) como el cubano. Una proeza. Siete temas y una contestación con Celia Cruz para el tema de Luis Kalaf. Eso fue todo.

Error y pa lante

En una gira matancera por Colombia, en febrero de 1955, el ego tocó a Beltrán. Le ofrecieron villas y castillos para que se fuera al Conjunto Casino. Rogelio Martínez lo supo y así terminó la historia de Alberto Beltrán con la Matancera. Tenía 32 años. Entre septiembre de 1954 y abril de 1955 El Negrito del Batey, con 7 temas dominicanos (y una contestación, para un total de ocho) hizo historia en la historia matancera, en la música del Caribe, en Cuba y en todos los melómanos. La última vez que grabó con los dirigidos por Rogelio Martínez fue el 18 de enero de 1955. Saldría luego para Venezuela donde tuvo destacadas actuaciones y grabaciones con agrupaciones venezolanas e incluso con Billo Frómeta en 1956; en estudios de La Habana destacando el temazo que es Evocación de Ramón Antonio papá Molina, también dominicano.

No es que le fuera mal después, pero a Alberto Beltrán le pasó lo que le pasaría a la Matancera en 1961 cuando se fue de Cuba: Nada volvió a ser igual. Beltrán grabó ocho temas con la Matancera y 298 con otras agrupaciones. Se puede inferir…

Fin

De su largo trajinar y 5 matrimonios dejó una hija mexicana, un hijo venezolano, una estadounidense y tres hijos dominicanos.

Estaba en Santo Domingo cuando tuvo un accidente cerebro vascular. Sus hijos lo llevaron a Miami, pero falleció la madrugada del 3 de febrero de 1997. Sus restos regresaron a Quisqueya con honores. Honores a quien fuera poseedor de una magnífica voz plena de matices, y quien fuera un dominicano por donde se le mirara. Fue Alberto Beltrán, El Negrito del Batey…


Nota del editor: La ubicación exacta de la tumba de Alberto Beltrán es hasta ahora desconocida, como menciona el investigador dominicano Aléxis Méndez en ESTE TEXTO que recomendamos.

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