Lo que se perdió el 13 de agosto de 2007 en Venezuela fue una memoria prodigiosa acompañada de un criterio como pocos a la hora de puntualizar en los territorios de la música de todo signo, porque Henrique Bolívar Navas fue muy inclinado al jazz, a lo académico y a la música tradicional venezolana, aunque su gran pasión fue la música popular caribeña, del bolero y los sones de Veracruz hasta los de Santiago de Cuba, pasando por ritmos, autores, intérpretes, orquestas.
Amaba profundamente el sonido de la Sonora Matancera y de hecho se convirtió en uno de los grandes conocedores de la Sonora, aunque cuando tuvo que darle pao pao lo hizo sin contemplaciones.
Para presentar eventos masivos era único porque jamás dejó de ser sobrio y en eso se daba la mano con Héctor Castillo. Y en las conferencias, como en la radio Henrique Bolívar Navas fue ejemplar. Una voz muy hermosa y un hilo narrativo que no permitía que uno se alejara de la señal donde estuviera. Todavía se recuerdan sus programas dedicados a la Matancera y aquél inolvidable “Cuentos de rumbas y despechos”. Y es que además escribía con altura, rigor y cultura.
Han transcurrido 15 años desde su partida física y Bolívar Navas sigue siendo referencia en el mundo salsero, melómano, investigativo.
Personalmente he tenido Maestros, valiosos, sabios, oportunos, pero ninguno como Henrique Bolívar Navas, también guía, consejero y confidente, el que me sacaba del periódico para enseñarme historias vivas “para que no me le hagan cuentos por ahí”. Tenía información y formación y, además, un profundo amor por Venezuela, con militancia en la equidad y la reivindicación de nuestra esencia.
Llegue a su familia el afecto agradecido, lo sabemos, de decenas de miles de personas que tuvieron en Bolívar Navas una referencia precisa para analizar la música del Caribe y sus contextos.
