Contracultura Tanguera

¡Cuéntale a los demás!

Vivimos en la era de la Globalización…

Y qué será la tan mentada Globalización? Dice Bill Gates, que de esto sabe un poco, que este fenómeno no es, ni más ni menos, otra cosa que comunicaciones rápidas. Así que también podría decirse que vivimos en la era de la Comunicación.

Y sin embargo, jamás, como hoy, nos encontramos tan solos, tan aislados, tan alienados (la raíz latina de este término significa algo así como falto de lazos o ligazón con nuestros semejantes y nuestra realidad).

Globalización y aislamiento

Internet nos comunica en tiempo real con personas de todo el mundo, aunque pocas veces sabemos quién es, realmente, nuestro interlocutor, tan sólo estamos anoticiados de quién dice ser.

Podemos elegir entre cientos de canales de televisión por cable, pero seremos afortunados si hallamos un par de ellos que nos muestren cosas dignas de verse o nos entreguen un mensaje que merezca ser recordado.

La mayoría de nuestros jóvenes han adoptado una cada vez más exasperante economía dialéctica y raramente intercambian con nosotros algo más que monosílabos.

Observamos, hoy día, gentes como hipnotizadas frente a los monitores de la PC o la pantalla del celular, chateando con otras gentes que, quizás a miles de kilómetros, quizás a metros de distancia, inventan historias en las que cada uno asume la personalidad que desearía tener o la que conviene a ese juego en particular.

La soledad se baila

Vemos que, en las reuniones bailables actuales, hombres y mujeres, la mayoría jóvenes, bailando solas o con movimientos y actitud totalmente disociados de su partenaire. Solos frente a un espejo. Solos en medio de la pista. Solos aún acompañados. Solos. Casi absoluta falta de contacto.

Modernas formas musicales con base eminentemente rítmica, donde la letra, si acaso existe, es lo menos importante.

Sonidos estridentes que tornan prácticamente imposible la conversación, y que aunados a efectos visuales acordes, invalidan toda otra forma de comunicación.

La superficialidad y la despersonalización son moneda corriente en una sociedad que se torna más y más deshumanizante, apresurada y competitiva, características sintomáticas de la incapacidad de las generaciones más jóvenes (especialmente), de acomodarse al status quo o aclimatarse a la cultura predominante. Nuestros muchachos no se sienten en casa. Están alienados, como la mayoría de nosotros.

¿La era de la Comunicación? Más bien el imperio de la Soledad.

Afortunadamente, como dicen los viejos milongueros: “El tango te espera después de los treinta”… aunque, según vemos, cada vez con mayor asiduidad, hay una cantidad creciente de jóvenes que visita los bailongos y se interesa por el tango.

Contracultura en el abrazo

Es que la tanguedad representa, en los tiempos que corren, una auténtica Contracultura. No sólo a partir de su estructura musical totalmente diversa de los ritmos imperantes. No sólo por la belleza y la verdad que campea en sus letras. Sino fundamentalmente porque nos posibilita recuperar el abrazo. El contacto, la comunicación corporal con el otro, y relacionarnos con el entorno. Porque nos permite reencontrarnos con la música y la poesía. Porque posibilita y estimula el diálogo de cuerpos y espíritus durante el desarrollo de cada tanda y la charla cuando la música ha cesado.

Carlos Gavito (+), maestro bailarín de tango.

Veamos algunas opiniones al respecto:

A diferencia de las danzas de pareja apenas enlazadas, el Tango supone el agarre de los cuerpos, que hacen alarde de sensualismo, en desplazamientos pautados pero con cierto margen para la improvisación. Un hombre y una mujer, solos y unidos, en movimientos integrados y disociados a la vez, se mueven apretados, concentrados. Forman un núcleo en el que no se habla para no distraerse. Los cuerpos se cierran a cualquier interferencia del mundo circundante” (Sergio Pujol: Historia del baile. Emecé Editores. 1999).

Los jóvenes se dan cuenta de que algo pasa con el Tango. Es verdad aquello de que el tango te espera después de los treinta. Y más verdad es que con el baile los pibes recuperan el sentido del abrazo entre un hombre y una mujer. Porque bailar en serio –y esto no es referido a pasos y figuras, sino al sentimiento- es una comunión maravillosa, que no tiene que ver con lo sexual, sino con algo profundo, esencial, que puede ocurrir con un hombre y una mujer en sintonía, con una música y una letra” (Juan Carlos Copes: Quién me quita lo bailado. Con Mariano del Mazo y Adrián D’Amore. Editorial Corregidor. 2001)

… Para trasladar el mensaje en plenitud, además de ejecutar las mejores figuras, caminar con garbo inigualado, transmitir las emociones que contiene, darle un colorido interpretativo, hay que posesionarse de la fuerza interna, que nos transmite el tango en el preciso momento de ponernos a bailar, hay que concentrarse al infinito, abandonando todos los exteriores que pueden perturbar la entrega, infiltrándose en el mismo fondo de la danza, para poder mostrar el secreto indescifrable que contiene. Así buscamos la danza perfecta, el colorido y los matices exactos al pintar la tela del ensueño, la manera sublime de expresarse. Así llegamos al tango justo, al tango superior, al tango cumbre, al que solamente podemos llegar volcando la cuota de corazón necesaria, para hacerlo conmovedor y humano…” (Palabras del famoso bailarín Carlos Alberto Estévez “Petróleo”)

De manera que aquellos que se niegan a continuar aislados, los que se revelan ante la cultura predominante, hallan en el tango -amén de los méritos evidentes de sus formas musicales y literarias- un vehículo idóneo y placentero para reencontrarse con su semejantes y realizar un viaje, placentero y revelador, hacia su propio interior. Lo que se dice una auténtica Contracultura.

Ángel Mario Herreros

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *