
Escucho con atención lo concerniente a las consultas comunales en todo el país, donde cada comunidad (una gran mayoría) expresa preocupaciones, necesidades y aporta soluciones. Esas preocupaciones están vinculadas a detalles ocasionados por quienes fueron dueños de haciendas cercanas, de la tierra, depredadores ambientales y un largo etc.
Y es acá cuando la memoria y el recuerdo viajan hacia Arístides Medina Rubio, impecable historiador que dedicó su vida a meternos en la cabeza y el corazón el significado de la Historia Local tan necesaria en la actualidad.
Los venezolanos que conocen la historia de su barrio, de sus calles y plazas, de sus entornos, saben aportar soluciones porque ubican los orígenes de sus problemas.
Medina Rubio se interpelaba, nos interpelaba y pedía de todos apertura para no conformarnos sólo con la historia oficial, que parece descansar sobre los hombros de Caracas.
Este hurgador de memorias, quien fuera director de la Escuela de Historia de la UCV, Director General de la Biblioteca Nacional y Presidente del Centro Nacional de Historia puso también el foco sobre la historia oral como parte de la local. El historiador académico trabaja con documentos, con estadísticas, pero el hombre del pueblo, el del saber popular, digamos, trabaja con la memoria, y una manera de preservar esa memoria es con el testimonio oral, y ese testimonio pasa de generación en generación y es importante como una fuente que reivindicamos. Esto incluye a la música como rica fuente memoriosa.
Hay sucesos que no salen de sus localidades y ni siquiera salen de la comunidad, pero son memoria. Y cada vez que podemos observar esos encuentros comunales con el presidente o con otros funcionarios nos damos cuenta de cuánta razón sigue teniendo Arístides Medina Rubio. Sin historia local es imposible la historia universal.