
Pensar en Semana Santa ya hace daño ecológico y ambiental. Por eso uno devuelve la mirada al pasado que siempre ha significado el 19 de abril en Venezuela, limpiándolo, eso sí, de mantuanos y vendidos, porque ya los había, y colocándole a la fecha otra ropa alejada un poco de frases de nuestro Himno Nacional:
“Gritaba el Señor
y el Pobre en su Choza
libertad pidió”.
Increíble: ¿Cómo es que el Señor gritaba y el pobre solo pedía según el Himno que cantamos?
«y a este santo nombre (¿cuál?)
tembló de pavor
el vil egoísmo
que otra vez triunfó”.
Que otra vez triunfó, y seguimos reproduciendo diariamente el negativo mantra que nos persigue: “que otra vez triunfó”. Todas las mañanas mientras cuelo el café irrenunciable y cotidiano escucho eso de “el vil egoismo que otra vez triunfó”…
Sería bueno, (como venezolana solo lo sugiero) revisar este himno que aunque no se duda obedeció a una etapa específica, no tiene nada que ver con la Venezuela insurgente que siempre hemos sido y seremos por los siglos de los siglos.
El presidente Chávez propuso cambiar el nombre de nuestra nación, de forma brillante y acertada. Y no solo eso: el Comandante le hizo caso a José Romero Bello:
“Y hasta al potro del escudo de cambiemos los aperos
y lo echemos a correr con la cabeza a la izquierda
que corriendo a la derecha estamos cansados de verlo”.
¿No se fijó el Comandante? Claro que se fijó, como en la octava estrella, y lo dijo en una oportunidad, como también lo señaló el sociólogo Rafael Pompilio Santeliz, y nuestro amado historiador Arístides Medina Rubio.
Como se nos viene una Reforma Constitucional sería feliz si eliminamos el terrible mantra que nos persigue: “El vil egoismo que otra vez triunfó”. E incluso el ejemplo de Caracas que atenta contra las historias locales venezolanas, porque ahí hay demasiada historia que contar…