
Mientras en la capital noruega se vivía un funeral, en la capital de India había una verdadera fiesta.
El funeral era de muy mal gusto. Un patético cuadro rodeado de flores de tercera categoría y un contingente nauseabundo no daban para más.
En Nueva Delhi el ambiente era otro, festivo, cargado de reconocimiento genuino a los valores culturales de diversos pueblos del mundo.
La América Latina obtuvo este año el Patrimonio Cultural Inmaterial para diez hermosas y significativas expresiones.

Comenzamos con el Joropo de Venezuela, aprobado por unanimidad con un voluminoso expediente pleno de alegría y diversidad. También llegó la declaratoria para el Son Cubano, expresión viva de la musicalidad de la isla.
Argentina ingresó por la provincia de Córdoba con El Cuarteto, suerte de baile en círculos con más de 50 años de práctica.
Belice, por su parte inscribió al Bram y Sambai navideños que se llevan a cabo en la península de la Laguna Sur, en el centro de esa nación. Se trata de una ceremonia que incluye bailes y canciones de tradición frente a una fogata.
Bolivia inscribió la Fiesta de la Virgen de Guadalupe de la ciudad de Sucre, en tanto que Chile lo hizo con El Circo de tradición familiar.
El Salvador ingresó por primera vez un Patrimonio ante Unesco con La Cofradía de Flores y Palmas en el municipio de Panchimalco vinculada a la lluvia y posterior cosecha.

Otra manifestación incorporada tiene que ver con el Cristo de Itapalapa, México que se desarrolla durante la semana Santa.
Panamá aportó como medida de salvaguardia la construcción de casas de barro, llamadas quincha, y Perú música y danza Aymara del sur de esa nación, la Sarawja, que guarda relación con el vuelo de las aves andinas.
Fue una reunión por demás hermosa para las manifestaciones culturales de la Abya Yala.
Mientras tanto en Oslo el funeral continuó.
@lildelvalle





