Este martes el gobierno de Estados Unidos anunció el retiro de ese país de la Unesco (Oficina de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) en un movimiento que no es demasiado sorprendente aunque reviste importancia para el resto del mundo cultural.
Eduardo Parra Istúriz
(RCA – 22/07/2025) El anuncio de salida de Estados Unidos de la Unesco fue realizado a través de la portavoz del Departamento de Estado de ese país, Tammy Bruce, quien afirmó: “La permanencia en la Unesco no forma parte del interés nacional de Estados Unidos”.
Las razones esgrimidas son que, de acuerdo al gobierno estadounidense, la Unesco tiene un sesgo contra Israel, intenta “avanzar en causas sociales y culturales divisivas” y además “admitir al Estado de Palestina como miembro es muy problemática, contraria a la política estadounidense, y contribuyó a la proliferación de retórica contra Israel dentro de la organización”.

Esta es la tercera vez que Estados Unidos sale de la Unesco y es la segunda vez que ocurre mientras Trump es presidente. La primera vez ocurrió en 1984, cuando el presidente Ronald Reagan consideró que la agencia cultural de la ONU se usaba para promover los intereses de la Unión Soviética.
Tras su regreso a la organización en 2003, Trump retiró nuevamente al país en 2017, que regresó en 2022 por gestiones de Biden; y ahora Trump anuncia una nueva salida, efectiva a partir de 2026.
La Unesco está preparada
La directora general de la Unesco, Audrey Azoulay, planteó que, aunque lamentable, esta situación era esperada por su oficina, debido a los precedentes. “Aunque la contribución de Estados Unidos es la quinta parte del presupuesto regular, sólo alcanza al 8% del presupuesto total, que también se nutre de contribuciones obligatorias de los miembros, aportaciones voluntarias, entidades sociales y donantes.”

Desde 2018 las donaciones a la Unesco se han duplicado y los funcionarios pueden estar tranquilos; no está considerado ningún despido.
La salida del país norteamericano del organismo multilateral es coherente con la política de castigos que Trump aplica a quienes no sigan sus lineamientos y no debe sorprender. Estados Unidos (e Israel) son dos de los pocos países no signatarios de la resolución acerca de la Diversidad Cultural, lo cual también coincide con su interés en globalizar sus propios criterios de pensamiento.